El videoclip del viernes

Se la ame o se la odie, se sea fan o detractor, nadie debería negar la enorme influencia y peso de Madonna en la música pop y comercial de las últimas décadas.

Britney Spears. Christina Aguilera. Katy Perry. Lady Gaga. Jessie J. Ke$ha. Beyoncé. Shakira. Gwen Stefani. Miley Cyrus. Jennifer López. Rita Ora. Fergie. Marta Sánchez. The Pussycat Dolls. Carly Rae Jepsen. Podríamos seguir eternamente citando artistas femeninas de mayor o menor talento, con más o menos éxito, en cuyos contoneos, sonidos y actitudes dentro y fuera del escenario se puede ver nítidamente la influencia de la solista a quien dedicamos esta semana nuestro videoclip del viernes. No por casualidad, Madonna Louise Ciccone es conocida como «la reina del Pop». Todas la imitan, todas la siguen, todas quieren ser como ella. Todo lo que las solistas femeninas hacen hoy con el ánimo de generar polémica ya lo hizo antes la intérprete de «Like a virgin».  Y lo reconocen. No hay manera de negarlo. Fue Madonna la primera que combinó con éxito global la explotación del poder femenino y la sexualidad en canciones y estética. Fue Madonna quien primero escandalizó al mundo con sus números cargados de provocación. Fue Madonna quien levantó ampollas con su uso de los símbolos religiosos mucho antes de que llegara Lady Gaga con «Alejandro». Fue Madonna quien inició toda la corriente, hoy aún vigente, de solistas y grupos femeninos que apoyaban la música en un físico atractivo y en la provocación y la polémica como dos instrumentos más para conseguir exposición mediática y vender más discos. Y por supuesto, es Madonna la mejor y la más auténtica de todas ellas, así como la más completa como artista.

Por desgracia, la artista italoamericana lleva años estancada en un sonido dance bastante rancio y pasado de moda (el exhibido en sus discos Confessions on a Dance Floor, Hard candy, MDNA y el reciente Rebel Heart, publicados entre 2005 y 2015) que combina la mediocridad musical, la dependencia puntual de artistas más en forma que ella (al menos comercialmente, como Justin Timberlake, con quien cantó a dúo «Four minutes», single debut de Hard candy, Nicki Mimaj en «Give me all your luvin'», presentación de Rebel Heart, o por supuesto los eternos ABBA, cuyo «Gimme! Gimme! Gimme! (A man after midnight)» sampleaba sin pudor en el comienzo de «Hung up») y unos intentos por renovarse cada vez más desfasados y menos provocadores. Muy lejos quedan los tiempos de incendiarios videoclips como el de «Like a prayer», que a tantos católicos ofendió por su presentación de un santo (¿quizás incluso Jesucristo?) de piel negra con quien la artista tenía un affaire en plena iglesia, su presencia en escena coronada de espinas, la influencia de Marilyn Monroe en su estética o el marcado carácter sexual de sus actuaciones. Ahora, la Ciccone apuesta más por vestirse de torera rodeada de bailarines semidesnudos… en fin.

El videoclip que les ofrecemos a continuación es el de «Frozen», single de presentación de Ray of light (1998), el álbum con el que regresó por todo lo alto después de cuatro años de silencio y de la cierta decepción comercial que había sido Bedtime stories (1994). A día de hoy, Ray of light sigue siendo considerado uno de los mejores discos de la artista, y con todo merecimiento, visto el enorme impacto de canciones como «Nothing really matters», «The power of goodbye» o la que da título al disco. Todavía después, tras el paso hacia la electrónica y el country que fue Music (2000), Madonna grabaría el que es para quien esto firma el último disco realmente interesante y de calidad incuestionable que ha publicado la artista. Nos referimos a American life (2002), un álbum de toques de nuevo más pop o incluso rock alumbrado al amparo de la Guerra de Irak, contra la que la artista protestó de manera enérgica y que incluye algunas canciones maravillosas como «Nothing fails», quizás uno de los mejores temas de la carrera de la artista.

Pero si hay una canción que define la década de los 90 para Madonna, esa es sin duda «Frozen», un medio tiempo de aires étnicos envuelto en un palpable halo de misterio que impregna cada una de las notas, la percusión casi tribal y también la voz de la artista. Misterio aumentado sin duda por el excelente videoclip que dirigió Chris Cunningham, un artista videográfico que, sorprendentemente, nunca ha dado el paso al largometraje cinematográfico como muchos de sus colegas, pero cuyo talento es más que notorio. Observen el partido que saca Cunningham a la espectacular localización del desierto de Mojave, el marcado carácter gótico del vídeo, la fotografía azulada, o por supuesto la enorme belleza estética de planos tan recordados como el momento en que Madonna se deja caer a tierra y se convierte en una bandada de cuervos, el juego con la capa que lleva la artista, la multiplicación de su figura o su conversión en perro de presa.

Así pues, sean o no fans de la Reina del Pop, la consideren o no como tal, cojan asiento, pulsen «play» y disfruten del que es no sólo uno de sus mejores vídeos, sino uno de los vídeos más recordados y laureados de los 90.

 

 

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