El videoclip del viernes

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Después de la elegancia de Hooverphonic, de esos ritmos suaves y elegantes, mega cuidados y finamente dirigidos; toca cambiar el tercio y viajar a otra parte. A un sitio donde predomina la voz quebrada, los silencios y la emoción del instante. A un espacio oculto entre la niebla, el bourbon y la guitarra en mano. Este viernes nos introducimos de pleno en una galaxia existencialista y duramente cautivadora de un hombre de leyenda, de un hombre forjado a palos cuya carrera ha inspirado a muchos y ha cautivado casi a la mayoría. Ese hombre es Johnny Cash: un creador delicado convertido en mito.

Inspirado por una infancia nada fácil, gravemente fracturada por la inestabilidad económica en la época de La Gran Depresión y la muerte de su hermano Jack,  y tras su paso por las fuerzas aéreas estadounidenses y su posterior incorporación al mundo laboral como vendedor; Cash reunió las fuerzas suficientes para lograr uno de los sueños de su vida, dedicarse a una de sus mayores aficiones desde que era crio: la música; ahí empezó todo. Y menos mal.

Dedicado inicialmente a la música country (siendo un referente en esta), su estilo ha cambiado con los tiempos de una forma tácita, fluyendo hacía la sencillez y naturalidad de sus últimas composiciones y aportaciones. Con unos inicios profundamente establecidos en la música gospel (véase Million Dollar Quartet), poco a poco fue transformando sus creaciones en experiencias más dinámicas y vivas estableciendo su obra paso a paso dentro de los perímetros de una de las ramificaciones más patrias y populares del rock en Estados Unidos, el country. A partir de ahí en cada nuevo lp, y debido a su franca decadencia personal (abuso de drogas y alcohol), su música se fue transformando en una obra genial y rompedora con unas líricas fundadas en el camino hacia la destrucción del propio autor. Con canciones como la genial «Ring of fire» o su clásica pieza «Folsom Prison Blues», uno de sus temas más crudos, realistas y sangrantes; impregnó su carrera con cortes sinceros pero enfermos, increíblemente viciados de la personalidad cada vez más cambiante de un autor dominado por una espiral incontrolable de odio a la vida. Tras eso, pasando por su época «Man in Black» (época más pacifista) y durante la década de los 80 y gran parte de los 90; Cash empezó un proceso de degradación artística, fundamentada gravemente en el diagnóstico de una neuropatía asociada a la diabetes, la cual hizo que tuviera que dejar durante un tiempo la música tras sufrir un neumonía que afectó gravemente a sus pulmones. Ese fue el inicio del fin. Aunque no dejaría la música sin luchar.

Sus últimos trabajos American III: Solitary Man (2000) y American IV: The Man Comes Around (2002), reflejaron esa caída, ese sufrimiento del autor, ese descenso a los infiernos del dolor, del arrepentimiento; un viaje directo a la introspección. Dentro de esas dos últimas piezas destacan temas como «Solitary Man» (con Neil Diamond), «The Mercy Seat» (con Nick Cave y Mick Harvey) o «The Man Comes Around». Pero si hay que destacar una canción distintiva y conmovedora, digna de recordar en esta última etapa, esa es «Hurt» (versión del tema de Nine Inch Nails), su último adiós a la tierra, su emotiva despedida. Que descanses en paz maestro.

A los mandos del videoclip se encuentra Mark Romanek, director de cine contrastado (Nunca me abandones, Retratos de una obsesión) y experimentado realizador de videoclips, entre los que se incluyen trabajos para Beck («Devil’s Haircut»), Mick Jagger («God gave me everything I want») o Audioslave («Cochise»). Si por algo se caracterizan sus aportaciones son por la frescura en su concepción y por la perfección en la forma. Pero Romanek no sólo destaca por sus recursos estilísticos y su rotundidad, hay algo más. Es capaz de captar las sensaciones y la emotividad del momento con suficiencia, de forma clara y concisa, tal como se muestra en «Hurt». Con pocas tomas interpreta perfectamente el mundo de Cash en toda su magnitud, su último hálito conmovedor y triste. Resume a la perfección la caída del artista, su fragilidad y sus sentimientos. Alma, guitarra y persona. ¿Hace falta algo más?

Johnny Cash debería figurar en esa lista de cosas pendientes por hacer. Su música es algo eterno. Un ente maravilloso por el que todo el mundo debería atravesar alguna vez, un regalo. Hasta aquí nuestro particular homenaje. Disfruten.

 

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