El videoclip del viernes
The Prodigy es fuerza, coraje. Es pasión en la composición, brutalidad con elegancia, dolor inteligente con forma cambiante; un golpe de martillo, uno directo. Representa una auténtica catarata de sonidos calientes, de ritmos violentos en progresión dejados ahí para hacer mover nuestra cabeza a mil millones de revoluciones independientemente del corte, del álbum, del momento y de la década en la que nos encontremos.
Pues bien, dentro de nuestro particular viaje, y después de un parón en boxes de unas cuantas semanas, volvemos a la pista con un tema de esos de órdago; con una de esas bofetadas directas al cerebelo, surgidas de la cabeza de Liam Howlett (Dios bendiga a Essex por siempre) y amplificada hasta la saciedad por la lengua bífida de Keith Flynt. Se trata de “Run with the wolves”, uno de los cortes más potentes de aquella auténtica resurrección sonora que surgió allá por 2009 y que repercutió de forma más que positiva en la salud de la banda, el sobresaliente y distinguido Invaders must die.
Era difícil quedarse con una pista de este último, pero aquí está. Con una introducción de batería en modo supremo, con la grandiosa colaboración de Dave Grohl (Nirvana, Foo Fighters…); una guitarra que ejerce de mástil en la composición y una voz en perfecta consonancia con las 2 anteriores, aparece ese ritmo sinuoso, esa travesía violenta y fresca por el universo del grito y la senda de los 90. “Run with the wolves” es una actualización de lo que ya hicieron pero con una carcasa algo más pesada, menos original pero con un acabado inmejorable, un bello puñetazo a la sien con la única intención de recordar al público que los viejos dinosaurios siguen en activo.
Detrás del vídeo, aparece un director amateur Rob Wicksteed, ganador del concurso que la propia banda creó para la realización del clip, que aquí crea una auténtica bizarrada acorde a la temática de nuestro grupo, pero sin el acabado profesional que se presume debiera de tener. La pieza, de animación en este caso, se caracteriza por una extrañeza notoria, enfermiza, un auténtico subproducto en el que una persona aparece dentro un auténtico rompecabezas sin salida alguna, perdido en una auténtica jungla de robots lobotomizados por una sociedad que intenta sin descanso alienar al individuo respecto al resto, eliminando su capacidad de decidir, de pensar o de incluso sentir. Un mensaje directo y tentador con una forma original, curiosa, pero algo difusa.
Toca darle al play.