El país de las maravillas
Respaldada por un factor de peso de tal calibre como es el Gran Premio del Jurado del pasado Festival de Cannes y galardonada en otros certámenes como el último Festival de Cine Europeo de Sevilla (SEFF’14) o la más reciente edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata (donde consiguió hacerse reconocer en las categorías de Mejor actriz y Mejor guión, entre otras), llega a nuestras salas de cine El país de las maravillas (Le Meraviglie, 2014), la última película de Alice Rohrwacher, realizadora italiana conocida por, hasta entonces, una relativa minoría gracias a su largometraje, Corpo celeste (2011), un drama religioso que pasó mayormente desapercibido para la mayoría del público ajeno a festivales y circuitos independientes.
Ahora que la directora posee uno de los premios más ansiados del que con todas las de la ley se puede calificar como «el festival de cine más prestigioso del mundo», de repente se ha convertido en una de las figuras más examinadas y atractivas para aquellos cinéfilos que siempre están en busca de nuevas miradas. La buena noticia es que si precisamente algo caracteriza a Alice Rohrwacher, es eso mismo; la virtud de poseer una mirada distinta a lo habitual del celuloide. Para muestra, la cinta que nos ocupa; todo un derroche de estilo que pone en evidencia que los límites formales del cine a veces se pueden ampliar sin necesidad de transgredir sus fronteras, sino más bien acercando esencias pretéritas y mezclándolas con personalidad. Y es que El país de las maravillas es principalmente una cinta que destaca por su forma; estamos ante un trabajo que brilla extrañamente por atrapar en su esencia visual y su tono elementos que ya conocíamos todos, pero que de alguna manera se nos antojan renovados. Aquí el sabor del realismo más característico de la escuela italiana se diluye en un particular aura de ensueño haciendo que los elementos más cotidianos y reconocibles sean susceptibles de adquirir un halo de prodigiosa extrañeza. En este punto, sin duda, Rohrwacher se hace fuerte y demuestra que sus capacidades como creadora de microuniversos es única; su capacidad evocadora resulta tan atractiva como perturbadora cuando se combina con la desnudez de lo objetivo. Hace que parezca fácil dotar de colores una obra que de otra forma parecería relegada a las cualidades grises del barro y el pasto. Hasta tal punto es tan personal el estilo de El país de las maravillas que tan solo el acercamiento a ella merece la pena, elemento que con toda seguridad habrá influido en el éxito de la misma en los diferentes festivales donde se ha exhibido.
¿Y de qué nos habla la cinta? De muchas cosas ya que, a pesar de que parezca que su guión es mínimo y apenas trate sobre nada, si nos acercamos a ella con una sensibilidad y paciencia adecuadas, encontraremos que hay muchos matices que paladear en su temática. Por ejemplo, podría decirse que Le meraviglie es un drama sobre una familia apicultora que vive un intenso (y creciente) conflicto por la cada vez más difícil situación del medio rural en la región italiana de Umbría. Apicultores de profesión, la familia de Gelsomina (protagonista en torno a la que gira todo el microcosmos de Rohrwacher) se las ve y se las desea para ver su futuro como algo prometedor, pues a las dificultades del casi siempre desagradecido y caprichoso entorno natural, el cual los pone con intermitencias en un cíclico jaque económico, se le suman los continuos problemas derivados de los aspectos legales y burocráticos de su país. Por tanto, como ya se ha señalado, habrá quienes puedan interpretar la película como una obra que antepone el contexto de la vida en el campo con el de la urbe y refleja sus contrastes de diferentes formas que terminan catalizando los sentimientos de cada uno de los componentes de este clan de apicultores. Pero a decir verdad, El país de las maravillas va mucho más allá y no se queda en estas cuestiones, pues de camino, es todo un retrato de los anhelos que despiertan en una persona cuando años de la adolescencia y el mundo empieza a tornarse distinto. En este aspecto, la protagonista absoluta es Gelsomina, una chica que se ha visto relegada a jugar el rol obligado de «chico/hermano de la familia» y que nota cómo la feminidad despierta en ella casi sin avisar. Este proceso aparentemente tan difícil de explicar es contado de una forma magistralmente sutil por la realizadora italiana (quien por cierto también firma el guión), y es en medio de este torbellino de anhelos (el de gran parte de la familia por progresar y el de Gelsomina por empezar a sentirse libre como mujer) donde la magia puntual de la obra cobra un especial matiz. Resulta conmovedor notar cómo Gelsomina se rebela poco a poco como mujer y va dejando la infancia casi imperceptiblemente para sus padres y hermanos, quienes además, parecen poco propensos a comprender sus sentimientos. La llegada casi fortuita de Martin, un adolescente de su edad que no habla su idioma, y la aparición de un exótico programa de televisión que comparte nombre con el de la obra misma (el cual nos trae a una Monica Bellucci casi de ensueño), son los factores que desatan los anhelos de Gelsomina (brillantemente interpretada por Maria Alexandra Lungu), quien se verá obligada a responder ante sus deseos de conocer nuevas sensaciones. El antagonista directo de Gelsomina es su propio padre; una persona terca, ocre y tempestuosa que a pesar de parecer obcecarse en un inerte inmovilismo y resistirse a los inevitables cambios que se vislumbran, no carece de un sentido natural del cariño y una dimensión de bondad profunda (aunque no siempre perceptible a simple vista), siendo éste uno de los personajes más redondos y a la vez humanos de todos los que pueblan la microsociedad que Rohrwacher dibuja; una comunidad en la que la protagonista real es la mujer y su naturaleza femenina.
Ya se ha señalado que tanto la esencia visual como el tono de El país de las maravillas son los dos puntos claves de la obra de Rohrwacher. Igualmente cabe destacar en ella su natural puesta en escena y sus puntuales escarceos con lo onírico. Lo extraño y lo reconocible asaltan los fotogramas de una propuesta que vale más por cómo cuenta las cosas que por lo que narra en sí misma. Aunque no todo son flores en Le meraviglie, pues igualmente existen diversos factores que hacen que el resultado final termine algo desmerecido, haciendo que las mieles de una producción que podía haber sido una auténtica delicia, tenga un inexplicable punto amargo.
El principal escollo con el que cuenta la película italiana es su incapacidad para decidir o dilucidar qué tramos del metraje aportan algo y cuáles no. Hay demasiado forraje en su libreto, demasiados minutos yermos que lastran un ritmo narrativo ya de por sí deliberadamente lánguido y desdramatizado. Esto hace que el material se preste a ser cuestionado en demasiadas ocasiones y parezca que estamos ante una historia que tarda demasiado en arrancar o que parece ensimismada al contemplar sus propias circunstancias. Es cierto que estamos ante una trama de corte psicológico y emocional y que los hilos de la historia se desarrollan en un plano poco tangible, pero a veces es difícil distinguir entre lo significativo y lo puramente recreativo. El resultado de todo ellos es que 110 minutos nos terminan pareciendo absurdamente innecesarios. Y esto es algo que siempre es imperdonable en una obra cinematográfica, por muchas virtudes que ésta tenga, factor que la hace bajar algunos puntos.
Pero créanme si les digo que Le meraviglie es una obra agradecida con los espectadores sosegados y tolerantes. La obra de Alice Rohrwacher responde amablemente a quien le otorga la suficiente dosis de sensibilidad. Sus personajes y su entorno son tan fácilmente reconocibles como su temática en cuanto a que todo es tan cotidiano y humano que, irónicamente, parece más realidad que ficción. Aunque ya sabemos que en el cine, como en «El país de las maravillas» todo puede pasar. Quien no se lo crea, que hable si puede dar crédito después de ver cómo un simple paneo de cámara puede delimitar el reino de nuestros semejantes del mundo casi fantasmagórico y silencioso del ensueño. Para entonces, cuando aparezcan los créditos en pantalla, estaremos preguntándonos cómo ha hecho Rohrwacher para hechizarnos y, quien sabe si no, también anhelando volver a ver su película.
Calificación: 8/10
Título original: Le meraviglie
Año: 2014
Duración: 110 min.
País: Italia
Director: Alice Rohrwacher
Guion: Alice Rorhwacher
Música: Piero Crucitti
Fotografía: Hélène Louvart
Reparto: Maria Alexandra Lungu, Sam Louwyck, Alba Rohrwacher, Sabine Timoteo, Agnese Graziani, Monica Bellucci
Productora: Tempesta / Rai Cinema