El misterio de la felicidad
¿Quién dijo que fuera sencillo?. Si alguien lo hizo, mintió. Vivir acorde a nuestros sueños no es ni de lejos una tarea fácil. A medida que nos vamos convirtiendo en esclavos de nuestras responsabilidades, nuestras alegrías y calamidades, los sueños y anhelos más personales pasan a un inevitable segundo plano. Familia, trabajo, amigos… la vorágine de cotidianeidad nos absorbe dentro de su implacable dinámica y cada una de estas cosas nos suponen, cada una en su medida, una renuncia a los deseos más personales que cada uno de nosotros alberga. Tal vez madurar sea dejar de lado lo que antaño ansiábamos de una manera egoísta para compartir nuevas metas con otras personas. Quién sabe, parece ley de vida, algo de lo que nadie puede escapar si no es atándose la manta a la cabeza, desvinculándose de todo. Pero claro, esto tampoco es que sea un juego de niños, pues tomar las riendas de tus pasiones más particulares supone también decir adiós a muchas cosas que la realidad más inmediata te regala. Por tanto, a veces cumplir nuestros sueños supone hacer una apuesta tan egoísta como arriesgada, una opción tan válida como a veces controvertida que nos hace debatirnos entre vivir con y para los demás o para nosotros mismos. Cuestión de prioridades. Un asunto al que cada uno seguramente responderá en función de lo afortunado que se sienta en el momento que se lo plantee.
Somos seres complicados. Más tarde o más temprano, con más frecuencia o con menos, siempre nos termina asaltando la duda sobre si nuestra vida podría ser mejor, si tal vez aquel sueño que teníamos de jóvenes y no nos atrevimos a cumplir en su momento es la última puerta que nos lleva a la felicidad que tan efímera se nos figura a veces.
A Eugenio (Fabián Arenillas) le ha abordado el dilema de repente, en una de esas edades ya maduras que por asomarse al ocaso vital son más susceptibles que ninguna respecto a estos temas. Al menos eso es lo que sospechan su socio y su mujer, Santiago y Laura, cuando, sorprendidos, se dan cuenta de que su compañero de matrimonio y negocio ha cogido la puerta y desaparecido sin decir siquiera una palabra de despedida. Eugenio se ha evaporado de repente y parece que no ha sido algo accidental, no hay rastro de él ni en hospitales, ni avisos en comisaría, nada. Así que la duda sobre el que puede ser su paradero y sus motivaciones son las cuestiones centrales que sirven como puntos de partida a la última película de Daniel Burman, El misterio de la felicidad (2014), una cinta que nos habla del conflicto que puede surgir entre los sueños compartidos y los propios en un tono en el que impera la comedia, pero que también da cabida al drama e incluso deja la puerta abierta a otros temas diferentes como el amor, la amistad y la lealtad.
Si algo caracteriza a la última propuesta del director argentino es la mencionada elección de un género tan atípico como la comedia para hablarnos de un tema a priori tan profundo. Resulta que no estamos ante una película de corte filosófico o ensayístico, ni mucho menos. Si bien muchos realizadores hubieran visto en semejante temática un caldo de cultivo perfecto para explayarse con un drama de manual, Daniel Burman se decanta por exponernos su particular visión desde la risa y la ligereza, al menos durante gran parte de su metraje. Elección que, si bien resulta valiente y arriesgada, no termina de funcionar a causa de que devanea con demasiada frecuencia con otros tonos totalmente contrapuestos, tornándose difusa en cuanto a su intencionalidad y fallando flagrantemente a la hora de emocionar y dejar su huella en el espectador (que no a la hora de entretener).
Y es que El misterio de la felicidad es una de esas películas que parece no decidirse nunca por lo que quiere ser. Burman coquetea demasiado y al final no se sabe del todo qué se nos quiere comunicar. La cinta nunca termina de definir una identidad clara, por lo que al final su valoración dependerá más de cómo se la tome el espectador que de su esencia como propuesta particular. Si se la toma como una comedia al uso puede resultar entretenida, pues sus personajes y su reparto rinden con acierto en las numerosísimas escenas cómicas que pueblan el metraje y su ritmo resulta ameno. Pero, en cambio, si nos centramos en sus aspectos dramáticos, el resultado será más bien el contrario, pues temáticamente la cinta tarda en exponer sus verdaderas bazas y cuando lo hace decide tratarlas con una liviandad que si bien es la apropiada para no empañar demasiado el aspecto cómico, resulta demasiado tacaña como para ser tenida en cuenta como una propuesta relativamente seria.
En otras palabras, El misterio de la felicidad es una película que tiene su principal escollo en su propia indecisión formal. Estamos ante una de esas cintas que se deja ver sin demasiados problemas e incluso nos sacará más de una sonrisa con algún que otro momento paródico bastante logrado, pero que se pierde entre la maleza de sus difusas pretensiones. Una verdadera pena, ya que se intuye que con un poco más de valentía (y quizás unos minutos adicionales que no corten la historia con un final tan atropellado) el resultado final hubiera subido bastantes enteros.
De todas formas no estamos ante una cinta a evitar. Como ya hemos mencionado, funciona con cierta dignidad como producto de entretenimiento y tiene ciertas bazas interesantes que resultan en un principio atractivas para quien quiera dejarse caer en la sala de cine. La principal de ellas es su elenco de actores principales, sobre todo la pareja formada por Guillermo Francella e Inés Estévez, quienes encarnan al socio y esposa del desaparecido con un carisma y una química bastante resultona. Son ambos los que llevan casi todo el peso de la película y son ellos los protagonistas de sus mejores escenas, los que dan alma a la historia. Fabián Arenillas también realiza por su parte un trabajo bastante correcto, pero su personaje, a pesar de ser el motor narrativo de la historia, no le permite destacar debido a su condición de desaparecido durante gran parte de la hora y media aproximada que dura la cinta. Los actores y personajes secundarios, tan esenciales en las comedias, son sin embargo bastante más anecdóticos, mero contexto salvo alguna honrosa excepción como el excéntrico y gorrón detective privado que aparece en escena a mitad de la película.
Si bien Francella está más contenido de lo habitual en cuanto a expresividad se refiere (a pesar de que lo haga genial en las escenas más caricaturescas de la obra), y resulta una agradable sorpresa por ello en sí mismo, es Inés Estévez quien se roba la película y se hace la dueña y señora de toda la producción con un personaje tan neurótico y desquiciante que ciertamente resulta el mayor deleite de la obra. Una apabullante (y apabullada) mujer que bien podría haber aparecido en alguna de las historias de Woody Allen por méritos propios. Es ella y su personaje lo que realmente merece la pena de todo lo que acarrea El misterio de la felicidad. Sobre sus hombros descansan las principales virtudes de la obra y sobre ella giran los principales puntos argumentales de toda la cinta. Es su evolución como personaje la que nos agarra del brazo y nos impide que abandonemos nuestra butaca, hasta tal punto que de otra manera la cosa se nos hubiera antojado a todas luces una propuesta demasiado vaga y avara.
Resulta casi imposible imaginar esta película sin Inés Estévez; sólo por verla actuar merece la pena darle una oportunidad a todo esto.
No nos vamos a engañar, no estamos ante una historia fascinante ni cautivadora, el conjunto tiene sus repuntes y sus bajones típicos de una obra que no se quiere arriesgar demasiado, pero acompañar a Laura y Santiago en su particular investigación sobre los motivos que llevaron a Eugenio a desaparecer sin previo aviso merece la pena, aunque sólo sea ligeramente. El afán que va a despertar en nosotros se corresponde exactamente con la escasa pasión que la película misma muestra en su desarrollo. Mientras tanto, seremos testigos de si se confirma la teoría de que Eugenio renunció a un matrimonio venido a menos y a lo que parecía una franca amistad con su socio por perseguir sus sueños más íntimos. Si su propia esposa y quien se considera su mejor amigo lo empiezan a sospechar será por algo… ¿no?.
Así que, ¿dónde está Eugenio?, ¿por qué se marchó?, ¿cómo cambiarán la perspectiva y los sentimientos de aquellos que suponían que eran algo importante en su vida ante tan repentino abandono?. ¿Acaso no los había elegido a ellos para perseguir unas metas comunes?, ¿o quizás, incluidos ellos mismos, todo era un cúmulo de pequeñas alegrías y decepciones que le impedían en el fondo emprender su camino hacia sus verdaderas ambiciones; simple atrezzo y ahora daños colaterales de la verdadera utopía de Eugenio?.
Las respuestas a todas estas preguntas, o al menos a casi todas, pasan por la butaca de cine. Nadie dijo que fuera fácil… tanto en la vida como en la gran pantalla a veces se trata de arriesgar y saber elegir. Burman, por dudar demasiado, se queda en esta ocasión a medio camino de todo. Tal vez cuando se decida a deshacerse de ciertos temores nos vuelva a entregar una obra más notable. Por ahora, esto es lo que hay.
Calificación: 5/10
Título original: El misterio de la felicidad
Año: 2013
Duración: 99 min.
País: Argentina
Director: Daniel Burman
Guión: Daniel Burman, Sergio Dubcovsky
Música: Nicolás Cota
Fotografía: Daniel Ortega
Reparto: Guillermo Francella, Inés Estévez, Alejandro Awada, Sergio Boris, María Fiorentino, Fabián Arenillas, Silvina Escudero, Claudia Ohana
Productora: BD Cine / Total Entertainment / Telefé