El becario
Podría comenzar esta reseña de muy diferentes formas, pero quizás lo más práctico sería empezar señalando directamente que basta con echarle un vistazo a la filmografía de Nancy Meyers para hacernos una idea muy precisa de lo que nos ofrece su nueva película, El becario (The Intern, 2015). Dicho con otras palabras, podríamos afirmar que su nuevo estreno sigue casi religiosamente los patrones marcados por cintas como Cuando menos te lo esperas (Something’s Gotta Give, 2003), The Holyday (2006) o su más reciente No es tan fácil (It’s Complicated, 2009). Habiendo puesto por delante esta actitud continuísta por parte de la realizadora norteamericana, muchos de los que hayan tenido la oportunidad de ver alguno de los largometrajes mencionados anteriormente sabrán de lo que va el asunto: Comedia ligera de tono amable, historia protagonizada por algún personaje de avanzada edad y un par de super-estrellas que blinden los números de la taquilla.
En esta ocasión, ese personaje de edad avanzada tiene la cara de Robert De Niro y sus problemas se derivan de que a sus 70 años, tras haberse jubilado y años después de haber enviudado, ha llegado a un punto en el que se siente solo y vacío. Cansadodo de su situación, Ben Whittaker (que así se llama el hombre al que encarna el genio de Nueva York) se reniega a limitarse a ver cómo pasan los días y decide tomar parte de una nueva aventura: formar otra vez parte del mercado laboral ejerciendo de becario en una innovadora empresa de venta online de moda dirigida por una ambiciosa y joven mujer que lleva por nombre Jules Ostin y tiene la (preciosa) cara de Anne Hathaway.
Con este argumento la realizadora y guionista estadounidense se las arregla para construir una comedia de esas que, a pesar de tratar conflictos muy reconocibles por el público de edad madura, se empeñan en que nada haga demasiado daño, ni nada ocurra fuera de lo previsto. Este tono intencionadamente balsámico y buenista es ya un seña de identidad de una autora que parece obsesionada por evitar asperezas y no salirse de los márgenes donde se mueve ese tipo de cine que se muestra alejado de cualquier pretensión que no sea la de agradar a todo el mundo y termina normalmente relegado a figurar en la parrilla de cualquier cadena de televisión privada un sábado por la noche. Por tanto, El becario es otro de esos productos endulzados y previamente pseudo-esterilizados que Hollywood produce tan de vez en cuando y que con frecuencia se olvidan casi tan pronto como lo que acabamos de cenar un día cualquiera. Aquí todo destaca por su liviandad, desde el sentido del humor blando y casi ingenuo con el que se enfoca el choque generacional entre jóvenes y mayores, hasta la crítica que se lanza contra aquellos que aún piensan que los mayores de cierta edad ya no tienen cabida en el mercado laboral. Es esta falta de filo y pretensiones la que hace que todo sea tan simpático como inocuo, dando como resultado un producto que, más allá de concebido como un mero entretenimiento para matar el tiempo, poca justificación tiene pasa ser visto.
Admitámoslo, las únicas razones para prestarle nuestros minutos a The Intern son los propios Robert De Niro y Anne Hathaway. Más allá de la simpatica química que hay entre estos dos, el panorama es tan plano como carente de incomodidades. Aunque, si a alguno le diera por ponerse un poco quisquilloso, podría decir tranquilamente que detrás de la apariencia afable y bienintencionada de la película se esconde un mensaje poco menos que conservador. Decimos esto porque siendo puntillosos parecería que, desde la perspectiva de la autora, una mujer emprendedora no es capaz de llevar su empresa a buen puerto si no es teniendo detrás a esa figura sabia, cuasi-perfecta y casi paternal que representa Ben. Es más, siendo todavía un poco más quisquillosos podríamos pensar que El becario sugiere que una mujer a duras penas puede ser independiente y feliz al mismo tiempo porque en realidad no tiene la capacidad para arreglárselas sola y manejar con solvencia sus asuntos profesionales y familiares. Quizás todo esto sea pasarse de susceptibles, pero bien mirada la evolución del personaje de De Niro es tan inquietante como casi parodiable, ya que éste pasa casi inexplicablemente de simple «trabajador invisible» a oráculo profesional y sentimental de Jules, la cual tampoco parece muy disgustada, sino más bien todo lo contrario, de que su becario se convierta en una especie de «Pepito Grillo» que hace las veces de consejero y las otras de padre y abuelo.
¿Es demasiado retorcido hacer una interpretación así de una película como la que nos ocupa? Quizás… pero es que el trabajo de Nancy Meyers tiene tan poco que aprovechar que inevitablemente la mente se nos va hacia lugares más interesantes. En medio de esta ñoña exaltación típicamente norteamericana (y no carente de moralina) de valores como la familia, el trabajo, etc… nos damos cuenta de que el espacio de la directora es demasiado estrecho como para ser valorado seriamente. El mundo que nos propone Nancy Meyers no sabe mirar más allá de los problemas típicos de una clase social quizás demasiado concreta y geográficamente localizada. Para colmo, todo parece disfrazado con la intención de que nada turbio termine asomando la cabeza. El resultado de todo esto es que nada de lo que se ofrece funciona con la suficiente fuerza; ni su dimensión cómica, ni sus aspectos dramáticos, ni su crítica al mercado laboral, ni su vertiente virtualmente pro-feminista, ni su cómputo general.
¿Se deja ver? Sí.
¿Gustará? Solamente si la vemos con un nivel de exigencia tan relajado como el mostrado por la propia autora.
Calificación: 4’5/10
Año: 2015
Duración: 121 min.
País: Estados Unidos
Director: Nancy Meyers
Guion: Nancy Meyers
Música: Theodore Shapiro
Fotografía: Stephen Goldblatt
Reparto: Robert De Niro, Anne Hathaway, Rene Russo, Nat Wolff, Drena De Niro, Adam DeVine, Wallis Currie-Wood, Anders Holm, Liz Celeste, Andrew Rannells, Zack Pearlman, Christine Evangelista, Elliot Villar, Linda Lavin, Peter Vack
Productora: Waverly Films