Dawn
De las múltiples formas que existen de mirar al pasado, la realizadora y guionista letona Laila Pakalnina ha elegido hacerlo componiendo una especie de amalgama visual que mantiene un pie en el retrato tragicómico y el otro en el homenaje. Su último largometraje, Dawn (Ausma, 2015), está englobado en la sección Foco Rusia del Atlántida Film Fest (https://www.filmin.es/atlantida/filmin) y es una especie de estampa rabiosa de espíritu satírico que mira a los años de la Unión Soviética de Stalin con una especie de ironía amarga. En ella los acontecimientos del pasado se reflejan de una forma que la realidad parece casi fruto de un mal sueño. Los tiempos pretéritos aparecen relatados con una perspectiva cercana al esperpento, elevando lo absurdo (y desgraciado) de muchas de las situaciones hasta límites casi impensables. La puesta en escena cobra tal sentido de la teatralidad que incluso sugiere que el más mínimo detalle está coreografiado. De esta forma, se funde la historia con la distorsión a la que queda atado cualquier hecho que pasa por el filtro de la memoria personal, siendo éste un mecanismo que define a la perfección lo que es la obra en sí misma: una mirada certera a los delirios y fricciones en los años del comunismo soviético.
Dawn es básicamente una película de sinsentidos. Al menos de sinsentidos aparentes. De hecho, parte de una situación que pocos de nosotros podríamos asimilar desde nuestra perspectiva personal: un hijo traiciona a su padre denunciándolo ante los organismos de represión del Estado por motivos políticos. Esta evidente falta de sensibilidad filial parece un elemento natural cuando Laila Pakalnina lo sitúa en un contexto tan trágico como el de su obra, aquí el pueblo (y en especial sus infantes) parecen meras marionetas adoctrinadas. Todos son capaces, como sugeriría Joseph Conrad en El corazón de las tinieblas, de hacer cualquier cosa con la excusa de un objetivo ideal; aunque aquí la fuente de referencia más oportuna para saber de lo que hablamos es el propio folklore letón, ya que la historia toma prestados sus hilos de la leyenda que rodea a Pavlik Morozov, figura protagonista en espíritu de la cinta que sirvió a la maquinaria comunista para construir un mártir a base de falsos testimonios y burda propaganda.
Teniendo en cuenta estos factores, supone todo un acierto que formalmente Pakalnina se haya decantado por cimentar su propuesta sobre un ejercicio remitente al cine clásico de aquella época. Así pues, los actos de los hijos de Stalin aparecen adscritos a estructuras y mecanismos propios del cine de Eisenstein u otros maestros como Andrei Tarkovsky o Aleksei German, obteniendo como resultado una propuesta que fluye entre la hiperestilización de unos y el protagonismo del montaje que otros imponían en su arte.
Así pues, Dawn podría definirse como una película compleja por temática, fondo y características formales. Sus numerosas referencias cinematográficas e históricas, tanto implícitas como explícitas, pueden apabullar a más de un espectador, pues estamos ante un cine que requiere paciencia y una visión activa. Pero sin duda, también sería de justicia que esto no empañase las otras muchas virtudes que tiene; más allá de las mencionadas, nos esperan un buen puñado de travellings imponentes, un cierto virtuosismo técnico y una inspiración lustrosa a la hora de componer un mosaico atrevido y ardiente sobre las miserias de una sociedad a la que quizás no le quedó otra que jugar el papel de víctima y verdugo de sí misma.
Calificación: 6,5/10
Año: 2015
Duración: 96 min.
País: Letonia
Director: Laila Pakalnina
Guion: Laila Pakalnina
Música: Vestard Shimkus
Fotografía: Wojciech Staron
Reparto: Antons Georgs Grauds, Vilis Daudzins, Wiktor Zborowski, Andris Keiss,Liena Smukste, Girts Krumins, Rudolfs Plepis, Ivars Brakovskis
Productora: Coproducción Letonia-Estonia-Polonia; Hargla Company / Digitaalne Sputnik / Staron Film / Miracle Worker