Convicto
David Mackenzie es, aún a día de hoy, un director relativamente desconocido para el público general en nuestras salas de cine. De toda su filmografía, la obra que más popularidad ha gozado ha sido su drama de tintes eróticos, American Playboy (Spread, 2009), una cinta que, a decir verdad, despertó más interés por su temática y su protagonista (Ashton Kutcher) que por sus logros fílmicos. El resto de películas del director británico han pasado sin pena ni gloria ante nuestros ojos: Young Adam (2003), Obsesión (Asylum, 2005) o Mister Foe (2007) son perfectos ejemplos para ilustrar la poca relevancia que hasta ahora ha tenido su cine. Ahora con su última producción, Convicto (Starred Up, 2013), el realizador intenta cambiar de registro radicalmente en cuanto a estilo y contenido respecto a su anterior referencia, entregándonos un potente y crudo drama carcelario que pone en el punto de mira temáticas como las diferentes políticas penitenciarias que se pueden llevar a cabo ante la grave problemática de la delincuencia o cuestiones tan diferentes como el perdón, la familia o la alienación social y sentimental.
En un subgénero donde las obras maestras abundan y el catálogo de referencias está, cuanto menos, superpoblado, es bastante difícil destacar. El caso de la cinta que nos ocupa es bastante singular ya que, a pesar de no ser una mala película, se antoja demasiado superficial en el tratamiento de los temas que quiere exponer y resulta irregular si se la compara con otras obras similares, ya que ésta tampoco aporta por sí misma nada determinante o novedoso en el cine de cárceles y reos. Teniendo esto en cuenta, habría que decir que Convicto merece más la pena ser vista por algunos de los atractivos que ofrece en concreto que por su cómputo general. A saber: dos grandes interpretaciones, un dominio férreo de la ambientación y tono, y alguna que otra cuestión de calado ético y social que se deriva de una trama no demasiado convincente y sin duda mucho menos potente que su registro general.
Aunque gran parte de las escenas que componen el metraje total de la película huelen a manidas y muchas de las situaciones que se exponen parecen un continuo déjà vu, hay que reconocer que David Mackenzie se las arregla de maravillas para que nuestra atención no decaiga en los 106 minutos que dura la película. Parte de la culpa de esto la tienen un deliberado e inteligente uso de la ultraviolencia y un manejo de la tensión a la altura de películas como Bronson (Nicolas Winding Refn, 2008), comparación que ni mucho menos es casual, ya que Convicto tiene el honor de compartir con ésta a uno de los villanos más inquietantes e imponentes del género, junto al ya mítico Tom Hardy. El Eric Love encarnado por el joven Jack O’Connell goza de la misma contundencia, sadismo y energía que el personaje que fue considerado en su día «el hombre más peligroso del Reino Unido». O lo que es lo mismo, pero dicho de otra forma. Si merece la pena acercarse a ver esta película, es por ver cómo O’Connell se come la pantalla y ejecuta un papel de joven delincuente capar de hacer sentir escalofríos al más valiente. La rabia que supura en cada uno de sus gestos parece tan real que corta el cuerpo, sin duda, todo un punto a favor de una cinta que de otra forma hubiera naufragado en sus propios fangos.
Al acierto en la puesta en escena violenta y realista se suma el trabajo de Ben Mendelsohn, quien se encarga con el mismo oficio que su compañero de encarnar al padre de Eric Love, el cual por cierto también está encerrado en el mismo módulo de la prisión que guarda a su hijo. La tumultuosa relación que estos mantendrán entre muros y su incapacidad de comunicarse sentimentalmente como personas emocionalmente sanas les llevará a un torbellino de problemas y sinsabores que serán además el principal pilar que sostiene al guión. El perdón, la alienación, y la capacidad de reinsertarse en la sociedad se perciben en el trasfondo de un ambiente siempre cortante, seco y violentado por el carácter de los personajes que habitan las celdas vecinas. Lo demás ya lo sabemos, drogas, ataques indiscriminados, pequeñas intrigas, vendettas y la ley del más fuerte. Nada que no hayamos visto ya, como antes hemos dicho, pero igualmente nada que nos aburra demasiado. Lo mismo de siempre, pero más agresivo, más salvaje.
Por tanto estamos ante una cinta desequilibrada en cuanto a contenido y forma. A pesar de que goza de una buena dirección, un reparto competente y de que apuesta sus cartas con valentía, los hilos conductores de la trama se enredan y desenredan sin demasiada lógica entre el histrionismo y el exceso de golpes y exabruptos imperante. Se puede rascar algo entre tanto rechinar de dientes y tanta maldición; la frustración y la incomunicación se hacen evidentes como principales causas y efectos de tanta bilis y mala hostia. Pero a medida que los minutos pasan y vemos el absurdo que redunda entre tanta violencia resulta inevitable pensar si quizás lo se nos quería contar no era más que una historia en la que la autodestrucción y el nihilismo fueran los verdaderos y únicos protagonistas.
La verdad es que Mackenzie parece haber querido dejar poco espacio a la esperanza en una obra en la que el único camino válido hacia la salvación personal parece el diálogo, el dominio de los sentimientos y la capacidad de empatizar. Algo así como si las malas hierbas tuviesen que secarse por completo para volver a florecer. Como si la única rehabilitación real que podemos llevar a cabo cuando somos presos de nuestro odio no dependiera de unos muros y unas rejas y del encierro o como si la única libertad posible fuera la que nace de la liberación de nuestros sentimientos más profundos. Sea como sea, mirando en esos resquicios de humanidad que deja entrever una obra tan asfixiante nos damos cuenta que, ni todo está tan vacío en Convicto, ni todo es tan plano como parece. Hay virtudes que rescatar entre lo que solo parece mala hierba y hay algo de cine que salvar entre lo que parece «otra película más de presos». Los que sepan buscar con atención seguramente salven de la quema algunos factores que no se mencionan en esta crítica, pero mi análisis personal me previene de calificarla de poco más que interesante. Se lleva un seis sobre diez y la recomendación para aquellos que quieran pasar un mal rato entre los pasillos de un centro penitenciario de máxima seguridad y unos cuantos hombres capaces de matarte con cualquier tipo de objeto o con sus propias manos.
Calificación: 6/10
Año: 2013
Duración: 106 min.
País: Reino Unido
Director: David Mackenzie
Guion: Jonathan Asser
Fotografía: Michael McDonough
Reparto: Jack O’Connell, Ben Mendelsohn, Rupert Friend, Sam Spruell, David Ajala, Peter Ferdinando, Anthony Welsh, Ashley Chin, David Avery, Gershwyn Eustache Jnr,Paddy Rocks, Ryan McKenna, Mark Asante
Productora: Sigma Films / Film4 / Lipsync Productions / Quickfire Films