Conducta

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Esta semana ha llegado a nuestras carteleras una de esas películas que tratan una temática que parece estar siempre de actualidad y genera un constante debate: ¿Qué debemos hacer cuando alguno de nuestros jóvenes presenta una conducta conflictiva?, ¿Debemos reprimirlo mediante algún tipo de medida disciplinaria o deberíamos optar por la vía de la comprensión, el diálogo y la integración?, ¿Cuáles son nuestros roles y responsabilidades ante un problema como éste?, y lo que es más importante; ¿Cuales son las soluciones que podemos aportar desde el círculo familiar, el ámbito escolar o las diferentes instituciones del Estado?.

Todos somos conscientes de que esta serie de cuestiones requieren cierto tacto y prudencia a la hora de ser tratadas pues, tanto su complejidad como las posibles repercusiones que se pueden derivar de nuestra política de reacción, afecta directamente a los que están llamados a ser el futuro de nuestra sociedad. Sea como sea, es un problema ante el que difícilmente se puede permanecer impasible y sobre el cual todo el mundo tiene su propia opinión. Los propios cineastas han tratado decenas de veces el asunto, siendo quizás la más memorable aquella ocasión en la que François Truffaut decidió regalarnos su memorable (e inquietante) cinta, Los cuatrocientos golpes (Les 400 coups, 1959). En todas esas obras suelen aparecer una serie de constantes que, si bien se remontan a los años de la literatura realista y naturalista, reaparecen y afloran de nuevo cada vez que alguna obra de tono social termina saliendo a la luz. Constantes que bien se pueden resumir en un afán cuasi-obsesivo a la hora de retratar a sus personajes y describir su entorno ya que, probablemente, ésta sea la mejor actitud a la hora de abordar un problema con tantas aristas y profundidad.

Ésta preocupación por la relación entre el entorno y nuestra conducta es el pilar que sostiene el discurso de la nueva obra de Ernesto Daranas, titulada Conducta (2014), una película que se sirve de la compleja situación político-social de la Cuba actual para abordar las cuestiones a las que acabamos de hacer referencia y que toman nombre propio en el personaje de Chala (encarnado por Armando Valdés Freyre), un chaval de once años que se ha visto obligado a crecer en un ambiente doméstico conflictivo y que presenta una actitud inapropiada en las aulas.

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A tenor de lo visto en los últimos años, parece que el cine social está tomando una especial fuerza en América Latina. La obra de Daranas bien podría formar parte de una especie de escuela de nuevos directores con cierto compromiso político que parece estar tomando forma casi sin que nos demos cuenta. Por poner un ejemplo ilustrativo podríamos citar a Mateo (María Gamboa, 2014), una reciente producción colombiana que también enfoca su objetivo en una problemática y contexto social similares a la de Conducta la cual, a pesar de ser algo menor en resultados generales, guarda bastantes paralelismos con la misma. En todas estas obras parece que hay una serie de puntos en común que sirven de vehículo y ejercen de canal perfecto para transmitir su mensaje; un presupuesto discreto, una apuesta por aunar actores profesionales y no profesionales y una transparencia formal que no emborrone ni ponga en segundo plano a su discurso. Por tanto, cabe decir que, formalmente, la obra de Ernesto Daranas dista bastante de los dramas sociales europeos de los Dardenne o Ken Loach. Por pura lógica, unas circunstancias sociales distintas van vinculadas a un retrato cinematográfico distinto, por lo que siempre resulta interesante leer nuevos matices en un género tan prolífico como es el cine político y social .

Teniendo esto en cuenta, podríamos definir a Conducta como un honesto drama social que no vacila en mostrarse tal y como es, o sea; modesto y humilde. Una película que trata uno de los dilemas más complicados en cuanto a nuestra educación se refiere, la cual, más allá de conformarse con exponer su postura respecto al problema, se permite invitarnos a reflexionar e involucrarnos, recordándonos que todos y cada uno de nosotros podemos ser parte de la solución. Por tanto, podríamos decir que estamos ante una de esas producciones que antepone su mensaje e intenciones sobre todo lo demás, haciendo que estemos ante una película interesante en su propuesta temática, pero algo irregular en sus aspectos técnicos (aunque, para ser justos, quepa también afirmar que Ernesto Daranas no carece de ciertos recursos atractivos como director). Por tanto, quienes valoren a Conducta por lo que cuenta más que por cómo lo cuenta, quedarán con toda seguridad más satisfechos que los que sean algo más exigentes cuando se enfrentan a una obra cinematográfica. Para estos últimos la obra de Daranas no pasará de ser una referencia interesante que se enturbia gratuítamente con algunos elementos innecesarios y que no termina de levantar el vuelo por utilizar una serie de recursos un tanto torpes.

Y es que, esto es algo que no se puede obviar, hay ciertos elementos que pueden sacar de sus casillas a más de un espectador. Por ejemplo, en el caso de los niños que protagonizan la película, su firme apuesta por echar mano de actores no profesionales hace que la decisión se transforme en un arma de doble filo, ya que por un lado se aporta frescura y credibilidad, pero por el otro hace que resulte ciertamente difícil comprender las diferentes líneas de diálogo. Y es que, sin exagerar, a más de uno le puede resultar imposible comprender la mayoría de lo que se dice debido a que gran parte de los actores no están muy acostumbrados a eso de vocalizar, por lo que más de uno se va desesperar entre el tsunami de frases masculladas, dichas entre dientes y la abundante jerga que resuena a lo largo del metraje. Por si esto fuera poco, Conducta peca de resultar algo manipuladora en cuanto la representación de sus personajes se refiere, haciendo que en su galería de roles, los buenos sean muy buenos y los malos aparezcan retratados como muy malos, algo que no sienta demasiado bien a un drama social que quiera transmitir su mensaje basándose en un contexto mínimamente objetivo. Además, podría decirse que el desarrollo de la trama es algo redundante y bien podrían sobrar algunos minutos. Seguramente, si todos estos elementos se hubieran cuidado algo más, la obra de Daranas hubiera quedado más redonda.

Con todo, a pesar de que las virtudes y defectos que la película pueda tener, Conducta merece la pena de ser vista por su frescura, sus intenciones y sus dos protagonistas; el ya mencionado Chala y su profesora, Carmela (una gran Alina Rodríguez), un inolvidable personaje que encarna los valores de la única vía posible a la que parece apelar Ernesto Daranas con su historia, aquella en la que la única salida existente a una mala conducta es la de la comprensión de los problemas, la paciencia, la responsabilidad, la voluntad de integración y, sobre todo, el amor y la vocación. Es ella, Carmela, quien argumenta en una escena puntual de la cinta que «hay cuatro cosas que hacen a un niño: la casa, la escuela, el rigor y el afecto…». La verdad que no se me ocurre una cita más idónea para señalar los senderos por los que Daranas nos quiere conducir; unos caminos que nos llevan a la esencia de lo humanista y que, por tanto, merecen la pena de ser recorridos, a pesar de las piedras y baches que estos puedan presentar.

Calificación: 5’5/10

 
 

Conducta_Ge_cartel_MCTítulo original: Conducta

Año: 2014

Duración: 108 min.

País: Cuba

Director: Ernesto Daranas

Guion: Ernesto Daranas

Música: Juan Carlos Herrera

Fotografía: Alejandro Pérez

Reparto: Armando Valdés Freyre, Alina Rodríguez, Silvia Águila, Yuliet Cruz, Amaly Junco,Armando Miguel Gómez

Productora: Latino Films / ICAIC

 

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