Citizenfour

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11 de Septiembre del 2001. Los Estados Unidos sufren uno de los mayores atentados de su historia como nación en su propio territorio. En un corto espacio de tiempo los pilotos de dos aviones comerciales llenos de pasajeros impactan sus vehículos deliberadamente contra las Torres Gemelas del World Trade Center en Nueva York con las nefastas consecuencias que ya todos conocemos. Aunque estos no fueron los únicos incidentes, pues otros aviones se estrellaron en diferentes puntos de su geografía, magnificando los daños y la conmoción no solo del país, sino del resto del mundo. Como resultado, además de las víctimas mortales y las pérdidas materiales causadas por la tragedia, el planeta entero cambió casi en todos sus niveles. A partir de entonces, la economía global y geopolítica se fue transformando vertiginosamente hasta el punto de que podemos considerar dicha fecha un antes y un después en nuestra historia contemporánea. Occidente se sintió amenazado por un «nuevo enemigo» y decidió enarbolar la bandera en lo que sería una guerra abierta contra el terrorismo islámico. Todo lo que vino después ya lo sabemos: guerras en Oriente Medio, atentados selectivos, y un reguero de sucesos que aún a día de hoy nos afectan críticamente como ciudadanos de esta aldea global en la que ahora vivimos. O quizás no… a lo mejor solamente nos enteramos de lo que nos dejan.

Ya sabemos que en tiempos difíciles la información es poder. Manejar datos veraces sobre el cómo, dónde y el por qué ocurren las cosas te da la capacidad de anticiparte a enemigos potenciales y evitar posibles agresiones. En ese sentido, la vigilancia y el propio manejo de la información juegan un papel primordial. Es ahí donde entran en escena los gobiernos, sus servicios secretos y los periodistas; elementos que a veces entran en conflicto directo por tener una visión radicalmente distinta en cuanto a lo que es de interés público, pues los primeros son celosos y opacos por naturaleza y tienden a ocultar la información más sensible y los segundos tienen el deber y la ética profesional de sacar a la luz todo aquello que pueda ser de interés periodístico.

La documentalista y directora de cine, Laura Poitras, fue totalmente consciente de la importancia vital que dicha efeméride representaba y decidió intentar desgranar un poco la compleja realidad que se deriva de ella con una trilogía de documentales de la cual, Citizenfour, la cinta que nos ocupa en concreto, es la última parte. En ella se trata un tema de especial delicadeza y de una transcendencia capital, ya que afecta directamente a nuestras libertades como ciudadanos de una sociedad supuestamente libre y democrática. Citizenfour (2014) es el escalofriante y apasionante relato de un momento clave en la historia periodística que sirve para arrojar luz sobre cuáles son los mecanismos que hay detrás del espionaje moderno de estado y clarificar de qué forma funcionan. En él tendremos el privilegio de asistir a las reuniones clandestinas que la propia directora, junto a los importantes periodistas Glen Greenwald y Ewen McAskill, mantuvieron en Hong Kong con Edward Snowden, un ex-trabajador de la NSA (agencia norteamericana de inteligencia) que renegó de sus funciones por objeción de conciencia y decidió revelar la abusiva metodología que estos servicios secretos ejercían sistemáticamente en contra de sus ciudadanos.

Figura ya conocida a raíz de su importancia en nuestra reciente actualidad periodística, Snowden es un desertor y un anti-patriota para algunos y un héroe valiente para otros. Sea como sea, el documental de Laura Poitras no se dedica a analizar en profundidad estas cuestiones, sino dar luz al proceso que dio lugar a que todos conociéramos el escándalo del espionaje masivo, invasivo, sistemático e ilegal de millones de ciudadanos a lo largo y ancho de todo el mundo. En Citizenfour veremos cómo Snowden se pone en contacto con la directora utilizando códigos encriptados para denunciar una penosa situación que por entonces era alto secreto. Asistiremos a la tensa preparación y dosificación de publicaciones de un tipo de información demasiado sensible como para ser tomada a la ligera. O en definitiva, veremos cómo varios individuos deciden poner su vida privada y su integridad en riesgo para denunciar públicamente los abusos gubernamentales que los diferentes gobiernos ejercen organizadamente contra sus ciudadanos en términos de privacidad y libertades comunes.

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Sin duda Citizenfour es una cinta que vale más por sus cualidades periodísticas que por sus virtudes cinematográficas, las cuales, siendo honestos, son bastante limitadas. Hay poco cine en cuanto a formalidades se refiere, pero es difícil de imaginar un formato distinto cuando el contexto que lo condiciona es tan difícil y hasta peligroso. Teniendo en cuenta que la película se rodó casi al completo en situaciones de clandestinidad (Snowden y las fuentes que estaban informando a los grandes medios estaban en busca y captura por los servicios secretos del país) se comprende rápidamente que estamos ante un «cine de guerrilla» que es consciente de que tiene un asunto demasiado grande entre manos como para reparar en recursos estéticos. Aún así, habrá quienes argumenten que la densidad y el formato casi exclusivo de «entrevista cámara en mano» no ayudan precisamente a que el espectador entre con facilidad en la historia. Pero recordemos que estamos ante un relato real e implacable que nos afecta a todos y cada uno de nosotros, por lo que me sorprende de igual manera que haya quienes se permitan el lujo de lanzar el grito al cielo sobre los aspectos técnicos cuando le están contando cómo y de qué forma han estado violando su privacidad. Es quizás por su importancia periodística y su nervio rebelde por lo que Citizenfour termina impactando y dejando su huella en quien la ve; no olvidemos que estamos ante una obra que ha recogido el Premio Oscar a Mejor Documental, además de los BAFTA y otros galardones de enorme importancia. Por lo que se confirma que estamos ante una obra de un especial estatus que guarda su principal valor en su esencia como documento de relevancia sociopolítica.

En un momento puntual de la cinta se sugiere que la ciudadanía quizás se ha acostumbrado a que se abuse de ella y da por hecho, con sorprendente condescendencia, que las corporaciones y los lobbies de poder ejercen el control sistemático sin restricciones. Otros argumentan que los ciudadanos están dispuestos a sacrificar sus libertades si ello significa que su seguridad se verá garantizada. Sea como sea, es imposible que Citizenfour deje indiferente a nadie que posea un mínimo de conciencia como ser humano libre con derecho a la intimidad y la libertad de expresión. Estamos ante una película de espías que supera en dimensiones a cualquiera que la ficción nos pueda relatar, no ya por ser real, sino por confirmar que, en cuanto a perversión y excesos, nuestro día a día es capaz de superar con creces a la imaginación del escritor de las mejores distopías. La vigilancia sistemática de todos nuestros datos digitales por parte de las agencias de inteligencia (e-mails, conversaciones de teléfono, datos bancarios…) es tan escalofriante por aparente impunidad como insultante por sus intenciones, las cuales no solo atienden a los aclamados objetivos de seguridad antiterrorista, sino que presentan evidencias de responder a intereses puramente corporativistas y electorales.

Citizenfour deja bien claro que, a ojos del gobierno (elija cualquiera del planeta), cualquier ciudadano es un individuo sospechoso y potencialmente susceptible de cometer un atentado contra sus intereses. No se corta en denunciar que el equilibrio de la balanza que sostiene nuestros derechos y vela por nuestra integridad se ha descompensado hasta niveles indignantes. En el momento que se nos priva del derecho a la intimidad y se nos trata como enemigos, la democracia y sus pilares tiemblan. Y todo ello despierta una serie de dilemas de unas dimensiones tan magnas, que además de dar para un eterno debate digno de las mejores universidades y los parlamentos de todo el planeta, justifican el mero visionado de una película que, por ser un documento valiente y de vital importancia, deja inevitablemente en un segundo plano otros discursos relacionados con sus cualidades artísticas.

Háganme caso y vean Citizenfour. Incluso con los ojos bien abiertos y los oídos atentos, la experiencia será difícil y desoladora. Tanto que es inevitable no caer en la paranoia y la manía persecutoria. Pero descrubrir la realidad normalmente es una vivencia que aporta cierto regusto amargo. Ya lo hemos dicho antes; la información es poder. Y el precio del saber a veces es caro, tanto que a veces nos exige un sacrificio doloroso. En la mano de cada uno de nosotros queda la opción de arrancarnos la venda que nos oculta la realidad o dejarla puesta y seguir con nuestras vidas. Que cada uno decida hasta dónde quiere saber. Que cada uno decida si le interesa o no esta película.

Calificación: 9/10

 
 

Citizenfour_Ge_MCcarteloriginalTítulo original: Citizenfour

Año: 2014

Duración: 94 min.

País: Estados Unidos

Director: Laura Poitras

Guion: –

Música: –

Fotografía: Kirsten Johnson, Trevor Paglen, Laura Poitras, Katy Scoggin

Reparto:  Edward Snowden, Jacob Appelbaum, Julian Assange, William Binney, Glenn Greenwald, Ewen MacAskill, Lindsay Mills, Laura Poitras, Jeremy Scahill

Productora: Praxis Films

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