Annie
¿No les ha ocurrido alguna vez aquello de intuir que una película es mala sin necesitar haber visto mucho de ella?. Pues en el caso de Annie (Will Gluck, 2014) la tostada huele a quemado desde los diez primeros minutos. No se dejen engañar por las expectativas que puede generar la propuesta en primera instancia; ni el curioso reparto, ni el lavado de cara que se le pretende dar a la cinta de John Huston (la cual data de 1982), ni la música con algunas adaptaciones de Jay-Z ayudan a salvar una película que está destinada a ser carne de Razzie.
Resulta sorprendente lo desangelado, rutinario y mecánico que puede volverse un musical cuando cae en las manos inadecuadas. También es verdad que Will Gluck no venía de hacer películas demasiado relevantes; quizás su obra más aceptable sea Rumores y mentiras (Easy A, 2010), lo que nos da una idea aproximada de las capacidades del realizador encargado de semejante tropiezo. Pero la verdad es que si lo más lógico era esperar una propuesta como mucho entretenida, la sorpresa es mayúscula cuando nos damos cuenta del nivel de descuido y poca personalidad que supuran todos y cada uno de sus fotogramas. Y es que Annie es quizás uno de los peores musicales que he tenido la oportunidad de ver.
Para los que no conozcan la obra de Thomas Meehan en la que se basa la película y para los ajenos a la cinta de Huston, ahí va una breve sinopsis: La pequeña Annie (unos 11 añitos) vive en un hogar de acogida regentado por una mujer malhumorada y déspota amargada por los fantasmas del pasado (asunto que por cierto te explican sin venir a cuento a los 5 minutos de empezar el meollo). Al igual que las demás chicas que comparten techo con ella espera vivir en su propia casa con su propia familia. Aunque el sueño de Annie difiere en ciertos detalles con los de sus compañeras. Ella sueña con reencontrarse con sus padres, de hecho, más que un sueño es casi una creencia firme en algo que debe pasar, ciertas escenas relacionadas con un restaurante lo dejan claro. Mientras los días pasan, la desgraciada pero siempre alegre de Annie vive su vida afrontando los problemas con buen humor y mucha socarronería, enfrentándose a los profesores, tutores y vecinos con más sorna que gracia. Y es que sí… Annie da un poco de repelús. Es demasiado resabidilla y pesada como para cogerle cariño. Pero bueno, el caso es que Annie verá su vida cambiar en apenas lo que duran unos segundos, pues su camino se cruzará con el de un ricachón agrio, egoísta y anticarismático que pretende presentarse a la alcaldía de la ciudad cuando éste la salva de que un coche la atropelle por la calle. A partir de entonces, los dos entablarán una peculiar relación más basada en el interés que en la amistad, pues el primero pretende utilizar a la pequeña como arma de propaganda electoral, y la pícara de Annie ve en él una clara oportunidad para vivir como Dios tirando de su cuenta corriente. (Tomad nota, niños).
Ya se pueden imaginar cómo termina la historia, ¿a que sí?. Pues no, termina peor. Es más… dudo que lleguen a aguantar hasta el final de la misma ya sean niños o adultos, pues a pesar de que esta comedia musical esté enfocada mayormente a espectadores de corta edad, la sosedad y la desgana que desprende es tan contagiosa que la experiencia se puede tornar exasperante.
Y es que muy pocas cosas funcionan en esta Annie. Si acaso se salva de la quema la encargada de dar vida a la pequeña que da nombre a la cinta, Quvenzhane Wallis, quien demuestra más garbo y desparpajo en sus labores que el resto del reparto al completo. Al menos la pequeña canta y actúa con más frescura que Cameron Díaz, quien por cierto está horrible y parece empeñada en firmar una de las carreras cinematográficas más desastrosas de la historia. Aunque he de admitir que tampoco sé si estoy siendo inconscientemente benevolente con ella por el hecho de ser tan jovencita, porque por otro lado su personaje hace que la posibilidad de disfrutar de ella sea simplemente imposible y eso me confunde un poco. Fuera de bromas, lo que sí es seguro que con otros papeles más agradecidos la buena de Quvenzhane brillará con más justicia. Pero dudo que se la recuerde en el futuro por haber encarnado a Annie.
El resto del reparto simplemente está para que lo echen a los lobos. Cameron Díaz está absurdamente histriónica y su voz molesta a los oídos. Jamie Foxx sí que canta bien (cosa que sabíamos de sobra), pero en cambio está increíblemente desacertado en su labor cómica. Y el resto de secundarios, Rose Byrne, Bobby Cannavale, y compañía dan auténtica vergüenza ajena y no dan el tipo en ningún momento de los tortuosos 118 minutos de la cinta.
La música y las coreografías (pilar esencial en un musical) son simplemente dignas de cárcel. Por un lado resalta el hecho de que es evidente de que se han puesto bastantes dólares sobre la mesa para hacer que todo suene y reluzca bien. El problema está en que los billetes no arreglan un apartado creativo deficiente. Ni Jay-Z ni Charles Strouse ofrecen un repertorio digno al que agarrarse. La banda sonora de Annie es tan sosa, ñoña y plana como incoherente. A veces se quiere poner urbana y suena a hip-hop, y a veces parece más un anuncio de McDonald`s que otra cosa. Lo peor es que no hay nada que merezca la pena ni cuando se pone gamberra, ni cuando se pone dulce. Lo gamberro se antoja tontorrón y lo dulce nos sabe empalagoso. Para colmo, las voces de los protagonistas (en su versión original) están más digitalizadas que el último single de Daft Punk; el parche canta tanto (nunca mejor dicho) que se hace evidente que casi ninguno de los actores elegidos llega a registros dignos de ser llevados más allá de la ducha. Por tanto, fallo tremendo de cásting y de concepto.
En cuanto al guión y realización se queda corto cualquier calificativo. En una comedia donde lo más gracioso es un tío escupiéndole puré a la cara de otro, poco puede ir a mejor. Diálogos infames, personajes infantiloides (en el mal sentido de la palabra) y un mensaje subyacente, cuanto menos, inquietante, son algunos de los ingredientes de esta indigerible receta. Para colmo, su dirección parece estar al mando de un aficionado al que le han dado más medios de los que merecía. Quizás el mejor resumen que se puede hacer de este apartado sea decir que estamos ante un musical sin ritmo, que ya es decir… su montaje aleatorio y tosco, su dirección artística y su evidente desidia hacen que Will Gluck sea el claro responsable de un producto que no se entiende si se tiene en cuenta el despilfarro de dinero que hay de por medio.
No minusvaloren a sus pequeños. Llévenlos a ver algo con más miga. Ellos son más despiertos de lo que parecen y agradecen que no los traten como imbéciles supinos. No se merecen ver esta especie de anuncio tonto de casi dos horas. Hay mucho cine ahí esperando a despertar sus mentes y alimentar su imaginación. Dejadlos que vuelen… lejos de Annie.
Calificación: 0’5/10
Año: 2014
Duración: 118 min.
País: Estados Unidos
Director: Will Gluck
Guion: Aline Brosh McKenna, Will Gluck (Libro: Thomas Meehan. Cómic: Harold Gray)
Música: Charles Strouse
Fotografía: Michael Grady
Reparto: Quvenzhane Wallis, Jamie Foxx, Rose Byrne, Bobby Cannavale, Cameron Diaz,Adewale Akinnuoye-Agbaje, David Zayas, Amanda Troya, Zoe Margaret Colletti
Productora: Marcy Media / Overbrook Entertainment / Sony Pictures Entertainment (SPE)