Amanece en Edimburgo
La gente está hasta las bolas de sufrir y padecer. La gente necesita buenas noticias, joder a la monotonía y desenchufar; necesita algo, un motivo, una sensación que le sirva como válvula de escape, como forma de desconexión. Es ahí donde aparece la música, donde aparece ese compañero de viaje que nunca te abandona, que siempre está contigo. Una simple canción puede transformar una tarde horrible en un viaje espectacular y fascinante, en una travesía hacia el infinito sin maletas, hasta llegar al maravilloso estadio de las sensaciones, dejando atrás las puertas de la percepción y encontrando la felicidad total, o al menos, estando cerca de ella. Amén.
La música para muchos es religión, para muchos es protagonista principal en sus vidas, su timón. Siendo tan tan importante para la gente resulta imposible que el cine, de vez en cuando, no le dedique un homenaje, no le brinde un papel fundamental dentro del amplio universo del séptimo arte, siendo un elemento fundamental dentro de la evolución del cine en los últimos 50 años, siendo a veces herramienta y otras veces parte de la temática principal. De ahí a la creación y difusión del musical.
Si por algo se deben de caracterizar los musicales es por su viveza y frescura, por su dinamismo y profundidad, por la calidad en sus interpretaciones y, sobre todo, por la calidad musical y la buena selección de géneros; y eso no siempre ocurre. Si bien algunos musicales como The Blues Brothers (John Landis, 1980) o, la algo casposa, Grease (Randal Kleiser,1978) han logrado con el tiempo catalogarse como clásicos (dando al espectador personajes carismáticos y temas pegadizos), colándose en las videotecas de más de una generación; otras muchas solamente han logrado aburrir en modo extremo a base de temas repetitivos, resultando coñazos de proporciones bíblicas, como por ejemplo la sobrevalorada Sweeney Todd (Tim Burton, 2007) o, la arenosa-insoportable-horrible-desgraciada, Moulin Rouge (Bazz Luhrman,2001), muestras claras de como cargarse un género que habían hecho grande otras producciones durante, principalmente, los años 60 y 80.
El nivel ha bajado y mucho. Acertar y convencer haciendo musicales es complicado. Algunos lo han intentado y han ganado (Joss Whedon y su Dr.Horrible´s Sing Along Blog) y, otros, han perdido, errando tanto en la duración del metraje (no más de 2 horas por favor) como en la poca capacidad mostrada en la selección musical, fallando en el contenido (Joel Schumacher y su infumable El Fantasma de la ópera). Si consigues equilibrio entre calidad y cantidad tienes mucho ganado. Hacer las cosas de una manera simple, directa y transparente puede hacer que efectivamente lo logres, que consigas llegar al corazoncito del espectador. Ese el caso del título de Dexter Fletcher (Wild Bill,2011), ese es el caso de Amanece en Edimburgo.
Asequible, real y llevadera. Amanece en Edimburgo supone un ejercicio efectivo y simple, pero del todo equilibrado y dinámico, consiguiendo en todo momento no resultar un coñazo XXL y logrando entretener sin llegar a cansar, cosa que se agradece. Nuestra cinta no deja de ser una historia de amor de 3 parejas, relacionadas por lazos de parentesco y amistad, resultando un compendio de sentimientos perdidos y encontrados en la búsqueda de la estabilidad sentimental y de la felicidad plena. Si a todo esto le sumas canciones de The Proclaimers (Craig y Charlie Reid, Escocia, 1962) como telón de fondo, nada puede fallar, es una forma de cubrirte las espaldas, de ganar tiempo; es como tener de colega a John Mc Clane, seguro a todo riesgo se llama.
Con temas como, la ultraconocida, » I´m gonna be- 500 miles», » I´m on my way» o «Letter from America» (clásicos en la disquera de nuestros padres/hermanos mayores), el director más que encontrar un hilo musical excepcional para el desarrollo de una historia, ha conseguido rendir tributo al grupo complementando los temas con trama, dando vida a través de esta a los sentimientos desarrollados en las canciones, consiguiendo realismo y calidez a partes iguales. Amanece en Edimburgo es limpia y consciente de que, aunque la escenografía sea repetitiva y aunque la interpretación de los actores resulte a menudo incompleta y vaga, la principal protagonista (la música) brilla y salva los muebles. Y menos mal.
Suficiente para muchos, insuficiente para muchos otros. Si eres un purista del género encontrarás muchas cosas por pulir y puede que eches en falta algo más de mordiente y pasión. Si estás en el otro pelotón te alegrará el cuore sin más, de forma directa y suave, y ya está. No sé a vosotros, pero a mi me están entrando unas ganas de meter un bailoteo que no veas. Próximo destino: Cats.
Calificación: 5/10
Título original: Sunshine on Leith
Año: 2013
Duración: 100 min.
País: Reino Unido
Director: Dexter Fletcher
Guión: Stephen Greenhorn
Música: Paul Englishby
Fotografía: George Richmond
Reparto: Peter Mullan, Antonia Thomas, Jason Flemyng, Freya Mavor, Jane Horrocks, Paul Brannigan, George MacKay, Kevin Guthrie, John Spence, Robert Yates
Productora: Black Camel Pictures / DNA Films