Abre los ojos
Tan solo un año después de sacudir el panorama del cine español con su potente película, Tesis (1996), Alejandro Amenábar confirmaría que no había aterrizado en el mundo del celuloide para quedarse en ninguna zona de confort. Si aún quedaba alguien que dudase de su espíritu renovador y su valentía como cineasta, con Abre los ojos (1997) no tendría más remedio que admitir que estábamos ante un autor diferente y seguramente una figura llamada a reinventar los postulados del cine de la península. Y es que, si algo hay que reconocerle a Amenábar más allá de que uno concuerde con su estilo cinematográfico, es la capacidad y determinación que éste ha demostrado a la hora de abrir fronteras a nuestro cine y la falta de complejos a la hora de hacerlo mutar hacia formas que hasta entonces casi nos parecían ajenas, siendo uno de los pioneros de su generación a la hora de aventurarse en géneros casi inexplorados hasta entonces.
A decir verdad, y quizás esto fuese fruto de la audacia propia de la juventud del nacido en Chile, su etapa inicial es con toda seguridad la más magnética, audaz y excitante de su filmografía a día de hoy. Y es que, si bien Tesis fue un pelotazo de éxito inmediato que ya aventuraba lo que habría de venir, Abre los ojos terminó de rizar el rizo en cuanto a osadía se refiere y supuso un antes y un después en la historia del cine de España. Aunque, todo sea dicho, en ésta ocasión Amenábar no recibiría el aplauso inmediato de público y crítica tal y como ocurriese con su magnífica ópera prima. Nada extraño por otra parte, ya que estamos ante un ejercicio cinematográfico tan denso e intrincado que casi abrazaba lo postmoderno, algo que no siempre agrada al espectador medio.
Abre los ojos avanza haciendo uso de una narrativa que poco o nada tiene que ver con lo que entendemos por convencional. Su retorcida historia esquiva la linealidad y rehuye lo evidente, prefiriendo la metáfora, la continua contraposición de dualidades y el relato fragmentado como vehículo descriptivo. Dicho de otra forma, la obra de Amenábar reniega de explicar y moverse en lo evidente y se dedica a sugerir y jugar constantemente con la mente del espectador hasta sumirlo en un estado psicológico cercano entre el subconsciente, la confusión, e incluso lo demente. Todo un acierto, teniendo en cuenta que nos encontramos ante una propuesta que nos propone sus temas invitándonos a explorarlos desde lo onírico y la abstracción y que analiza la psique humana y algunos conceptos complejos como el de la identidad de una manera atrevida y rompedora.
Cabe decir también que detrás de los múltiples estratos que se acumulan bajo la alucinada atmósfera que encierra Abre los ojos hay mucho donde profundizar. Su discurso es difuso y múltiple; la esclavitud ante los cánones belleza, los celos, la dificultad de aceptarse a uno mismo, la dictadura del materialismo en la sociedad moderna, el amor e incluso la vida y la muerte se mezclan con la misma homogeneidad que lo hacen los géneros. De hecho, debido a su misma complejidad formal y temática, es difícil calificar esta obra con una sola etiqueta; aquí se funde el drama con el thriller psicológico, el romance con la intriga criminal e incluso la ciencia ficción con el surrealismo, y todo ello con una falta de inhibición digna de alabar. Por lo que, más allá de que Abre los ojos sea una obra deliberadamente críptica y susceptible de ser incomprendida, resulta evidente de que merece la pena acercarse a ella tan solo por lo diferente de su propuesta.
Haciendo una breve sinopsis, la película nos narra la historia de César, un atractivo joven que dirige una empresa que le pertenece por herencia y que parece tenerlo todo en la vida. César (interpretado por Eduardo Noriega) vive sus días como bien podría hacerlo cualquier chico de su edad y circunstancias; disfrutando de su fortuna, celebrando lujosas fiestas en su enorme casa y cambiando de amante como de camisa. Aunque su actitud frívola con las mujeres cambia de repente cuando conoce a Sofía (Penélope Cruz), algo que despertará los celos de su última conquista, Nuria, una chica desconcertante y de aura peligrosa que no parece dispuesta a ponerle las cosa fáciles e interferirá continuamente en la nueva relación de su amado. Estas tensas circunstancias que se derivan del triángulo amoroso desembocarán en una tragedia que harán que César pierda una de las cosas que más apreciaba, su rostro. Y es que, a partir de un accidente de tráfico aparentemente intencionado por parte de Nuria, su cara queda desfigurada hasta el punto de no conservar intacta casi ninguna facción. Es a partir de este incidente cuando el sueño de César (una especie de American Dream a la española) se torna una pesadilla y es entonces cuando Amenábar abre la caja de pandora y empieza a jugar con lo real y lo quimérico haciendo que los sueños y lo palpable parezcan un todo inabarcable y casi cercano a lo paranoico.
Podríamos pensar que si Abre los ojos terminó abriéndose las puertas de Hollywood es en gran parte porque toma prestados muchos de los patrones reconocibles del cine norteamericano y los logra adaptar a nuestro contexto. Pero igualmente es lícito suponer que si Estados Unidos terminó por sucumbir a la magia de Amenábar es porque supieron reconocer en su cine algunos ecos de sus virtudes y defectos como sociedad. Esa especie de sueño americano encarnado en un joven triunfador, que en realidad es pura quimera y superficie, es un tema más que recurrente en el cine y la literatura norteamericana. Los fantasmas de nuestra fascinación por lo materialista y estéticos son universales, al menos en occidente. Y esto es algo que cautiva a cualquiera que dilucide un poco de verdad entre los espejos que usa el realizador hispano-chileno.
Aparte de todo esto, técnicamente Abre los ojos es una gozada. Desde lo visual, hasta el domino del tono, pasando por su montaje o incluso su música. Y es cierto que también peca de grandilocuencia y megalomanía en su intrincadísimo tramo final. Pero esta falta de términos medios se comprende teniendo en cuenta de que estamos ante una cinta que fue rodada cuando el cineasta acumulaba acaso veinticinco años. Ya se sabe que la juventud es un buen tanto por ciento audacia y otro tanto falta de madurez. Y Abre los ojos deja ver estas constantes como si su preocupación estuviese en otros planos más interesantes.
En el apartado interpretativo es quizás donde más polémica y falta de acuerdo haya a día de hoy cuando salen las valoraciones a la palestra. Hay a quienes no les termina de cuadrar el trabajo de Noriega, y es cierto que a veces se siente algo forzado y superado ante la complejidad de la trama. Pero por otro lado cabe pensar que una cara más reconocible hubiera hecho más daño que bien a una cinta que requería que la atención recayera en otros aspectos. Penélope Cruz, por otro lado, está perfecta como chica de la que todos nos podríamos enamorar. Pero quienes más cumplen con su labor son el resto de secundarios, quienes se encargan solidariamente de soportar con oficio los altibajos del dúo protagonista evitando que la obra naufrague en lodos innecesarios. Mención especial al trabajo de una Najwa Nimri tan sexual como inquietante; una especie de femme fatale de mirada sombría y vestidos coloridos que rebosa magnetismo y parece salida de una película de David Lynch, un referente que quizás está más presente de lo que parece en esta cinta en cuestión.
Finalizando, podría decirse que con Abre los ojos Alejandro Amenábar nos invitó a despertar de nuestro letargo somnoliento para mirar más allá de donde estábamos acostumbrados. Desde entonces, ni la mirada del espectador sería ya la misma, ni nuestra industria tampoco. Como todo pionero, decidió adentrarse en terrenos inexplorados con la certeza de que allí nuestro cine encontraría un nuevo lugar donde quedarse, evitando morir en el inmovilismo y la desidia de las viejas fórmulas y los complejos; algo que a todas luces hubiera sido una pesadilla. Es por ello que podemos calificar a esta película como una obra clave en nuestro cine. Por lo que encierra en sí misma y por lo que supuso históricamente. Porque expandió las fronteras que nos impedían ver nuevos horizontes creativos y porque acortó las distancias físicas entre diferentes industrias. Después de él vendrían varias generaciones de cineastas que seguirían acercándose a este tipo de género sin ningún tipo de temor. Luego también llegaría Vanilla Sky (2001) y la sombra alargada de Tom Cruise… pero bueno… eso ya es otra historia.
Calificación: 8’5/10
Título original: Abre los ojos
Año: 1997
Duración: 117 min.
País: España
Director: Alejandro Amenábar
Guion: Alejandro Amenábar, Mateo Gil
Música: Alejandro Amenábar, Mariano Marín
Fotografía: Hans Burmann
Reparto: Eduardo Noriega, Penélope Cruz, Chete Lera, Fele Martínez, Najwa Nimri, Gérard Barray, Pedro Miguel Martínez, Jorge de Juan, Miguel Palenzuela, Ion Gabella,Joserra Cadiñanos, Tristán Ulloa, Pepe Navarro, Walter Prieto
Productora: Coproducción España-Francia-Italia; Las producciónes del Escorpión S.L. / Sogetel / Les Films Alain Sarde / Lucky Red