3 días para matar
A veces, cuando uno se dedica a hacer crítica de cine, tiende a valorar las películas que ve de una forma ligeramente distinta a la que utiliza cuando ejerce de mero espectador. Y es que, aunque en esencia el crítico sea también uno más de la sala, a la hora de redactar una reseña hay que tener en cuenta muchos factores que en la otra situación no importan, aunque sin duda alguna el que prima ante todos ellos es el hecho de saber que te va a leer un buen puñado de personas entre los cuales muchos habrán visto la película y otros están aún decidiendo si hacerlo o no. Es por ello que en ocasiones los críticos pretendemos a veces mantener un equilibrio entre dar una opinión un tanto orientativa para los que no sacaron aún su entrada, e intentar que agrade a quienes ya saben de lo que se está hablando, o sea, que el criterio con el que juzgamos cada obra es expuesto bajo la mayor objetividad posible dentro de lo que cabe (teniendo en cuenta que en todo arte cada lectura o punto de vista, genera unas sensaciones personales y únicas). Pero en esta ocasión, quiero ejercer, además de crítico, de espectador, ya que os quiero contar de una forma “más relajada” mi experiencia con 3 días para matar (3 Days to Kill, Joseph McGinty Nichols, 2014), por lo que mi opinión quizás esta vez sea menos objetiva de lo que normalmente intento que sea y se base más en las sensaciones que ésta produjo en mí, las cuales, la verdad son bastante viscerales. Así que no esperen nada demasiado amable desde éste párrafo en adelante. Tengo mis motivos, créanme.
Empecemos comentando que mis antecedentes con el cine del director de esta película ya eran de por sí poco esperanzadores respecto a lo que tendría que ofrecerme en esta ocasión; aunque al menos esperaba algo de entretenimiento, dentro de la superficialidad a la que el señor McG (como es más conocido es la industria de Hollywood) nos tiene acostumbrados. Y es que este director tiene en su haber películas de la talla de Terminator Salvation (2004) o las cintas del 2001 y 2003 de Los ángeles de Charlie, las cuales, sin ser santo de mi devoción ni ser historias destacables para la historia del cine, al menos ofrecían un buen reguero de acción y adrenalina en el que revolcar nuestros instintos más primitivos. Hasta ahí bien… sabiendo que su última película se llamaba 3 días para matar, y conociendo sus referencias, como mínimo esperaba una película frenética que aunque corriese el riesgo de caer en sinsentidos, me entretendría con acción y desenfreno. Es decir, un thriller de acción de los de ahora, de perfil más bien bajo, salvo que en esta ocasión contaba con dos alicientes que me lo pintaban más interesante de lo que luego resultó ser, a saber: La presencia de Kevin Costner como protagonista de una cinta de este tipo, y un guión firmado y co-escrito junto a Adi Hasak por el siempre original Luc Besson.
El caso es que todas las expectativas me explotaron en la cara una vez entré a la sala de cine, ya que 3 días para matar es un thriller de acción que por su coqueteo con otros géneros resulta ser un experimento fallido, una estrambótica película que parece que nunca se decide respecto hacia dónde quiere ir, lo que nos quiere contar, y sobre todo en qué tono quiere contárnoslo. Que nadie se engañe con el resultado que a priori insinúan los ingredientes de la película, ya que estamos ante un ridículo producto que está en ocasiones más cerca del drama familiar, que de los típicos géneros plagados de intrigas y disparos.
Si en vez de llamarse 3 días para matar este engendro involuntario se hubiese llamado 3 días para reconstruir mi familia mientras los malos me dejan o no, la cosa, aunque no hubiera tenido tanto tirón comercial, hubiera sido más honesta respecto a lo que ofrece al espectador. Y es que McG y su equipo se antojan náufragos en su propia película. Parece que han querido tocar tantos registros en una misma historia, que al final una receta que parecía tener aires renovadores ha resultado un plato exótico de esos que uno se come con una mezcla de asco, risa nerviosa y algo de resignación. Y no, no estamos hablando de que el caso resida en tener una mente abierta o no, ni mucho menos. El thriller es un género que está tan manido a estas alturas, que está falto de una buena vuelta de tuerca, no cabe duda respecto a ello, pero es que la propuesta de McG es tan forzada, que a veces, de manierista y risible que llega a ser, cae en el dadaísmo más bestial y esperpéntico.
Bajo mi parecer su talón de Aquiles está en su misma propuesta argumental. Tenemos al bueno de Ethan Runner (Kevin Kostner), un veterano agente del servicio secreto que se ve obligado a retirarse por una enfermedad terminal que irrumpe en su vida. La carrera del agente Runner, la cual se presupone trufada de éxitos tras la espectacular secuencia inicial en la que mata malos como si fueran moscas, se ve truncada por dicha enfermedad, poniéndolo en una tesitura que ni siquiera imaginaba y haciendo que éste caiga en la lógica crisis existencial que suele producirse ante una situación tan terrible y desafortunada. Así pues, el agente Runner hace el inevitable balance de su vida pasada. Se pregunta qué cosas ha hecho bien y qué cosas debería de haber realizado con al menos algo más de sabiduría. Es entonces cuando se da cuenta de que, por culpa de su trabajo, su familia quedó relegada a un segundo plano, causando su desgraciada situación actual en la que su ex-mujer y su hija son poco más que recuerdos difusos que en el presente viven alejados de él y su frenética vida como agente de la ley. Así pues, Ethan Runner decide tratar de arreglar sus defenestrados lazos familiares durante los días que le resten de vida. Eso sí, sin contarle su situación a su hija (aunque sí a su ex-esposa). Por tanto Ethan intentará estrechar los lazos que se rompieron hace tanto tiempo por culpa de sus numerosas misiones por todo el mundo. Intentará morir, al menos, habiendo recuperado la paz y la confianza de su hija, una adolescente que vive con su madre en Francia, lejos de los asuntos del servicio secreto para el que trabaja Ethan.
El problema surge cuando a Ethan le proponen una última misión la cual se ve obligado a aceptar, ya que a cambio de sus servicios y del éxito de ésta, le ofrecerán un fármaco experimental que puede que le alargue la vida durante una temporada, y quién sabe si no, curarle incluso de su terrible enfermedad. Por lo que el agente Runner, se ve envuelto en una singular coyuntura; por un lado debe resolver un caso en el que están involucrados unos peligrosísimos traficantes de la Europa del Este, y por el otro, se verá intentando reconciliarse con su familia mientras intenta de ocultarles de nuevo que está al servicio del trabajo que destruyó su vida familiar.
Como ven, la propuesta relega a la película a ser una combinación extraña en la que nada funciona, ya que, si bien las secuencias de acción no están mal rodadas, no compensan en absoluto en una película que se llama 3 días para matar por escasas y faltas de violencia explícita, y digo esto porque estamos ante una película en la que se opta por una estilización de la acción un tanto artificial en detrimento de la sangre y lo visceral. La idea de McG, Besson y compañía se pierde entre sus propios lodos. Como thriller, nos deja con ganas de más. Como drama familiar, nos deja descolocados en nuestro asiento ya que dedica demasiados minutos a esta subtrama y pocos han pagado su entrada para ver ese tipo de película, y para colmo, los toques de frivolidad y humor que Besson suele dar a las producciones en las que se involucra resultan esta vez banales, sin gracia e incluso puntualmente burdos, terminando por ser todo una mezcla infame ante la que uno no sabe si reírse, llorar o reclamar el importe de su entrada.
Y vale, sí, que muy bien. Que Kevin Costner está hecho un mozo todavía y que quizás está opositando para entrar en alguna nueva película de la saga de Los Mercenarios (The Expendables¸ 2010, 2012, 2014). Que Amber Heard es increíblemente actractiva, vale (aunque su personaje dé risa). Que las secuencias de acción no están mal rodadas y entretienen. Que uno se regala los ojos con la estilización de las escenas de acción y visitando algunos de los lugares más emblemáticos de París. Pero que también es verdad que nada de esto queda en pié cuando el conjunto de inverosimilitudes, cambios de tono, apestosos clichés o en definitiva, el dadaísmo involuntario del equipo responsable de este experimento entra en juego.
Estamos ante un desastre cinematográfico, queramos o no, se mire por donde se lo mire, a pesar de los nombres y del presupuesto que lleva a cuestas.
Prometo que he intentado no ser demasiado cruel en mi crítica. Es más, confieso que siempre intento dar una perspectiva lo más positiva posible dentro de lo que cada cinta ofrece porque entiendo que a veces el contexto de cada espectador puede darle un punto más arriba o abajo en cuanto a valoración se refiere. Pero hay ocasiones en las que uno no puede defender lo indefendible, así que no me voy a cortar en apostillar para concluir que 3 días para matar es un bodrio intragable que sólo se disfruta si se va al cine sin filtro de calidad o con ganas de reírse ante la desgracia ajena.
Si no me creen, vayan a verla. Espero que disfruten más que yo de este drama familiar con tiros, persecuciones, despropósitos argumentales, escenitas cómicas y chascarrillos varios. Yo por mi parte voy a buscar mi brújula, que con este vapuleo no recuerdo muy bien dónde quedaba mi colección de cine y necesito rehabilitarme de semejante experiencia. O si acaso decidle al agente Runner que se pase el Vodka, que a mí también me duran los mareos.
Calificación: 2,5/10
Título original: 3 Days to Kill.
Año: 2014
Duración: 113 min.
País: Estados Unidos
Director: McG
Guión: Adi Hassak, Luc Besson
Música: Guillaume Roussel
Fotografía: Thierry Arbogast
Reparto: Kevin Costner, Amber Heard, Hailee Steinfeld, Connie Nielsen, Richard Sammel, Eriq Ebouaney, Tómas Lemarquis, Big John, Rupert Wynne-James, Peter J. Chaffey, Philippe Reyno, Eric Supply
Productora: EuropaCorp / Relativity Media