28º Festival de cine de Biarritz (2019)
El Festival de Biarritz, centrado en el cine y la cultura latinoamericanos, fue en esta ocasión una cita con el cine brasileño, con el cine del Brasil de Bolsonaro, portada del número de Septiembre de Cahiers du Cinéma, que copatrocina el certamen. Como en tantos sectores del país, el cine brasileño afronta todas las incertidumbres que le plantea un viraje político a la derecha más autoritaria y menos en sintonía con un mundo cultural considerado fundamentalmente hostil. La supresión de un Ministerio de Cultura específico, el retroceso en una política de descentralización que había resultado muy provechosa, el apoyo a la celebración de algún festival elogioso de la dictadura militar… son algunos de los primeros ejemplos del giro que se está produciendo.
La primera paradoja que ha tenido lugar es que a pesar de todas las dificultades y de los negros nubarrones que se perfilan, el cine brasileño se ha estrenado con éxito este año. En el Festival de Cannes, Bacurau de Kleber Mendonça Filho y Juliano Domelles, fue Premio Especial del Jurado y La vida invisible de Eurídice Gusmão, de Karim Aïnouz, fue premiada en la sección Un certain regard. Esta última revalidó su éxito en Biarritz como Premio del jurado y del Sindicato francés de la Crítica de Cine. El film de Aïnouz fue tal vez el más sobresaliente, revelando el dominio artístico y técnico de un cineasta bien conocido, que ya se presentó en Cannes en 2002 con Madame Satã. Perfectamente ambientado en el Río de Janeiro de los 50 y los 60, con personajes muy bien caracterizados, la película describe la historia de dos hermanas frustradas profesional y sentimentalmente por el machismo y el patriarcado imperantes en la época. A diferencia de su obra anterior, Aïnouz lleva a cabo una factura muy clásica de principio a fin, que no excluye un cierto tinte melodramático, armónicamente contenido.

El primer premio correspondió, sin embargo, a otra película brasileña, A Febre, de Maya Werneck Da-Rin, que describe con gran sobriedad, sin excluir en ocasiones un tono poético, la situación de extrañamiento en que se encuentra un amerindio, empleado como vigilante nocturno en Manaus. El film evoca las actitudes racistas que rodean a un protagonista que añora el contacto con la naturaleza y el estilo de vida en la selva, en donde puede recuperar la normalidad y convertirse en la persona que ansía ser. Regis Myrupu fue premiado como mejor actor en Locarno. El jurado decidió otorgar una mención especial a la ópera prima peruana Canción sin nombre de Melina León, que tiene la virtud de remitirse a la caótica situación de unos años 80 dominados por el terror de Sendero Luminoso, la represión, la desigualdad y la corrupción. Defensa aquí también de las comunidades indígenas, uno de los rasgos más sobresalientes del Festival.
El guatemalteco Jayro Bustamente, con su trilogía Ixcanul (2015), Temblores (2019) y La llorona (2019), se está imponiendo como uno de los nombres más interesantes del panorama latinoamericano. El Premio del Público en Biarritz fue para La llorona. El film se enfrenta de un modo original y profundo al tema del enfrentamiento entre el régimen militar y las poblaciones indígenas a la hora del juicio sobre el genocidio maya. Fuera de competición, se pudo ver otra brillante película guatemalteca sobre el mismo tema, Nuestras madres, de César Díaz, premiada en Cannes. En general, Biarritz ofreció una buena selección. A las películas ya mencionadas podrían añadirse Las buenas intenciones, de la argentina Ana García Blaya, la peruana La bronca, de los hermanos Vega o la colombiana Litigante de Franco Lolli. Todas ellas dieron buena cuenta de la diversidad del cine latinoamericano actual y de las transiciones que están operando, apartándose de la impronta tan explícitamente politizada que se ofrece en otros foros.

Brasil estuvo también presente en el homenaje rendido a Júlio Bressane, del que se ofreció, entre otras, su última película Sedução da Carne, de 2018, y en el premio al mejor cortometraje a Rafaela Carmelo por O Mistério da carne. El Festival se clausuró con el documental Where are you, Joao Gilberto?, del franco-suizo Georges Gachot, que recorre los pasos del autor alemán Marc Fischer a la búsqueda del legendario creador de la bossa nova y que se suicidó una semana antes de su publicación.
Nicolás Azalbert, crítico de Cahiers du Cinéma, montó una interesante sección dedicada a la Patagonia, resaltando los aspectos míticos y fantásticos de la región. Dio la oportunidad de volver a ver películas como El invierno, del argentino Emiliano Torres, El viento sabe que vuelve a casa, del chileno José Luis Torres Leiva o El botón de nácar, del chileno Patricio Guzmán. Mención especial merece Rey, del chileno Niles Atallah, que describe la historia de un abogado francés, Orllie-Antoine de Tonnens, que a mediados del siglo XIX llega a proclamarse Rey de la Patagonia y de La Araucanía para defender a sus habitantes, lo que le enfrenta a las autoridades chilenas, quienes le condenan y deportan a su país. El relato de esta increíble aventura resulta aún más sugestivo al limitarse a ofrecer tan sólo todas las leyendas y fantasías que han acompañado a esta historia, acentuando así la mitología que envuelve a la Patagonia.