17º Festival de Sevilla (2020) – Cara A

Este año, el Festival de Sevilla decidió apostar por una nueva sección a concurso, centrada en un cine de retratos familiares y de iniciación a la vida, compuesta por 14 títulos y bajo el nombre de Historias Extraordinarias. Los espectadores del festival tuvieron la oportunidad de votar cada una de estas películas tras su proyección, de manera que fuesen ellos quienes otorgasen el premio a la Mejor Película de esta selección, con una dotación económica de 10.000 euros. 200 meters (Ameen Nayfeh, 2020), la odisea de un padre que debe recorrer la distancia que da título a la película y que separa dos localidades palestinas partidas por un muro israelí, fue la galardonada con este premio, tras haber recibido en Venecia también el Premio del Público en las Giornate degli Autori. Historias Extraordinarias permitió conocer otros títulos como Notre-Dame du Nil (Atiq Rahimi, 2019), reconocida con el prestigioso Oso de Cristal en la última Berlinale y cuyo estreno tuvo lugar en el Festival de Toronto cuando todavía no existían las adversidades provocadas por el coronavirus. El director plantea el genocidio ruandés de 1994, trasladándolo unos años antes, a través de los enfrentamientos entre un grupo de niñas adolescentes (las hijas de la élite del país) hutus y tutsis en un internado católico. Se trata de un coming-of-age construido en cuatro partes, donde las jóvenes van progresivamente descubriendo las consecuencias de lo que significa ser mujer en su país, pero, sobre todo, las diferencias y el odio interétnico, que comienzan con muestras de celos y finalizan con la masacre de muchas vidas inocentes. Rahimi contrasta con delicadeza la dureza de los acontecimientos con una bellísima fotografía del paisaje natural donde se traslada el relato, más en particular, en las primeras imágenes que dan comienzo al filme, donde una de las niñas protagonistas, sumergida en el agua, hipnotiza la mirada del espectador mientras la voz en off introduce la narración, anticipando una cautivadora obra.

Dentro de esta misma sección, alejada del calor del continente africano, la ópera prima de Claire Oakley, Make up (2019) nos sitúa en el invierno de la costa británica. Un paisaje aislado encierra a Ruth (Molly Windsor), la protagonista del relato, en la idea obsesiva de la infidelidad de su novio y la imagen de una misteriosa mujer pelirroja que la atormenta. La directora trata de construir un thriller psicológico que, si bien funciona formalmente en el juego de intriga y la atmósfera deambulante y solitaria por la que se mueve Ruth al inicio, fracasa una vez sobrepasada la mitad de su metraje (que tampoco es especialmente largo), desplazando al espectador a través de ideas e imágenes obvias que conducen a un final más que predecible. El relato de descubrimiento y aceptación de la sexualidad, donde la protagonista acaba por directamente tomar la imagen de su obsesión, cosa que se antoja de alguna manera forzado dentro de la propuesta de Oakley, donde el maquillaje al que hace referencia el título de la película resulta una, más que evidente, referencia a la máscara tras la que camufla su sexualidad la protagonista.

De estructura y narración más discreta, El arte de volver (Pedro Collantes, 2020) fue la única película española que participó en esta sección tras su estreno en el pasado Festival de Venecia, donde había sido anteriormente seleccionada por la Biennale College Cinema de Venecia. La obra de Collantes sigue el regreso a España, después de seis años en Nueva York, de una joven actriz. La película se construye casi como por episodios, organizados en secuencias extensas, donde la protagonista se reencuentra gradualmente con familiares, amigos o desconocidos, pero siempre de manera individual. Collantes busca retratar lo difícil que es enfrentarse a un pasado que ya no es como uno lo recuerda, donde se vaga casi de manera fantasmal por una vida que quedó en la memoria. Sencilla y sincera, sostiene, en su mayor parte su escueta puesta en escena, si bien puede resultar algo repetitiva hacia el final puesto que gira, en todo momento, en torno a una idea que realmente ya ha sido expuesta desde su secuencia inicial.

Otra propuesta española, pero, esta vez incluida en la sección Panorama Andaluz, es el documental Antonio Machado. Los días azules (Laura Hojman, 2020). Hojman plantea un hermoso recorrido por la vida del poeta sevillano a través de una serie de entrevistas realizadas a intelectuales y artistas (muchos escritores y poetas como él) que recomponen su vida, desde su infancia en Sevilla hasta su muerte en Collioure, en el exilio. Las declaraciones de los entrevistados se mezclan con secuencias de animación (lamentablemente escasas) que recrean muchos de los momentos narrados de la vida de Machado así como imágenes de archivo y reales de las ciudades que habitó el poeta y que marcaron diversas etapas de su vida y de su poesía. Seguimos el viaje de su vida por diversas localidades junto a una voz en off que recita algunos de sus poemas más célebres, dibujando el retrato del poeta que defendió la cultura y la educación como motores de cambio de una sociedad.

Muy lejos de la claridad con la que se exponía la vida de Machado, dentro de la sección Revoluciones Permanentes, competía la singular y enrevesada (tal y como lo indica su título) Accidental Luxuriance of the Translucent Watery Rebus (Dalibor Baric, 2020). Según su sinopsis, narra la historia de Martin, un fugitivo del sistema que huye a una comuna revolucionaria. Sin embargo, lo que alcance a comprender el espectador tras un primer visionado, podría ser esa misma premisa como bien, cualquier otra. Y es que la propuesta del cineasta croata es una cinta experimental donde confluyen una sucesión prácticamente inconexa y tediosa (por lo menos para una espectadora primeriza en este tipo de cine) de ideas y conceptos, a partir de una combinación de animación, collage, rotoscopia, vídeo archivo y cómic en los que difícilmente se alcanza a comprender esa idea con la que el director trata de articular su discurso.

Finalmente, el Festival de Sevilla volvía a acoger al director británico Francis Lee, respaldado con el sello de Cannes en su nuevo filme Ammonite (2020) que competía en Sección Oficial. Lee ya ganó en este mismo festival, tres años atrás el Premio Cicae a la Mejor Ópera Prima con Tierra de Dios (2017), la historia de amor entre dos hombres homosexuales en una granja de Yorkshire. Con Ammonite, el director parece estar contando exactamente la misma historia, pero desde una perspectiva femenina y en una Inglaterra anterior (siglo XVIII). Formalmente funciona con facilidad, pero narrativamente fracasa. Nada en ella introduce nuevas ideas y su comparación con Retrato de una mujer en llamas (Céline Sciamma, 2019) es inevitable y, por lo tanto, terminante (en el peor sentido de la palabra) para la película. La historia de amor entre los personajes que encarnan Kate Winslet y Saoirse Ronan resulta poco verosímil puesto que las actrices no conectan en ningún momento y en ese sentido, resulta muy complicado generar ningún tipo de empatía con los personajes ni la historia. Finalmente, todo parece acabar derivando en una indiferencia, que se acentúa todavía más en su final.

Con un palmarés más que acertado, el Festival de Sevilla puede enorgullecerse de haber podido realizarse otro año más con el calor humano habitando las salas de cine. A pesar de sus restricciones y contratiempos, los pases programados acogieron a todos los espectadores posibles, reuniendo a la gente una vez más para disfrutar del cine europeo más actual e interesante. Y aunque, lamentablemente, no contó con toda la presencia y actividades habituales, su realización es otra pequeña victoria a este difícil año para el cine.

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